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La convivencia de la Selección en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 estuvo marcada como un viaje de egresados más. Entre los pasillos de la Villa Olímpica, Andrés Nocioni y Pablo Prigioni encontraron en la tecnología un nuevo desafío: unos helicópteros a control remoto. Pero si bien en la cancha se entendían a la perfección, fuera de ella, el destino de estos pequeños vehículos no fue el mismo en sus manos. Mientras Prigioni lograba volar con destreza, el Chapu, en su característico ímpetu, terminó destruyendo (los dos) sin remedio.

La anécdota, revelada en entrevista por Paolo Quinteros, muestra más de la dinámica de aquel equipo. "Con Pablo Prigioni en la Villa Olímpica se habían comprado unos helicópteros que se manejaban a control remoto y si mal no tengo entendido, él (Chapu Nocioni) por querer hacer todo como es él, enchufó mal los cables para cargarlo y lo quemó, quemó su helicóptero. Chapu no lo pudo hacer funcionar y Pablo sí, a Pablo le encantaban esas cosas, Pablo entendía", relató Quinteros, dejando en claro que la tecnología no era el fuerte del santafesino.

Pero la historia no terminó ahí. Ante la frustración de ver su helicóptero inservible, Nocioni le pidió prestado el de Prigioni para intentarlo una vez más. Sin embargo, el desenlace fue aún peor. "Y un día Chapu le pidió a Pablo que se lo deje volar, y lo subió, lo subió, lo subió, hasta que el alcance del control remoto se perdió, el helicóptero dejó de funcionar y se vino en picada, se lo destrozó todo".

La reacción de Prigioni fue digna de un partido caliente. “Pablo corriéndolo por toda la villa fue increíble”, agregó Quinteros, el heroe del juego por el bronce, entre risas. La historia del ahora técnico de la Selección, que vió cómo su juguete de última tecnología quedaba reducido a nada en cuestión de segundos por el Chapu.

Pablo Catalá / [email protected] 
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