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Michael Jordan es considerado por muchos como el más grande jugador en la historia de la NBA debido a muchas cosas: su talento, su enfoque, su constante deseo de superarse y de ganar, su ética de trabajo y la lista podría seguir por mucho más. Sin embargo, durante 1992, David Robinson descubrió una cosa que lo sorprendió incluso más que todo eso: su inagotable energía.

Ambos compartieron plantel en el emblemático Dream Team que representó a los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Barcelona disputados ese mismo año. Entonces, gracias a la convivencia, el miembro de los San Antonio Spurs notó algo que lo asombró: "Una cosa que recuerdo de ese viaje es ir a jugar al golf con Mike antes de un partido y pensar que iba a estar exhausto. Y, mientras yo estaba en arenas movedizas, él tenía una energía increíble y jugaba de maravilla. Eso me dio una idea superior de la especie de fenómeno de la naturaleza que era".

Robinson es uno de los pocos jugadores que pudieron alzarse con un premio al MVP durante el dominio de Jordan en la década del noventa. De hecho, apenas tres atletas más lo hicieron: Hakeem Olajuwon, Charles Barkley y Karl Malone. Él lo logró en 1995, cuando MJ volvía de su primer retiro y la experiencia en el béisbol de las Ligas Menores. Ganó dos campeonatos en la competencia, pero recién pudo hacerse del primero en 1999, cuando Tim Duncan llegó a los Spurs y el exescolta al que tanto respetó por su potencia, talento y energía anunció su segunda partida del básquet profesional.