Rucker Park, el templo máximo de los playgrounds
09:23 11/06/2020 | Es la cancha callejera más famosa del planeta. Allí se criaron leyendas como Julius Erving y cracks que nunca llegaron a la NBA. Su historia.
Todo fanático del básquetbol que vaya a New York tiene un paseo obligado: darse una vuelta por 155 y Frederick Douglass Boulevar para al menos contemplar durante un rato el playground más famoso del mundo: el Rucker Park. Enganchar un partido de la Rucker League ya sería una experiencia única.
La Rucker League nació en los años 50 a partir de la movida de un profesor local, que era además director de playgrounds de la Dirección de Parques y Recreaciones de New York City. Su nombre era Holcombe Rucker y decidió crear un torneo en esa cancha para mantener a los chicos pobres de la zona ocupados en algo que no fuera la delincuencia. Obviamente en esa época no se llamaba Rucker League y tampoco estaba en 155 y Douglass, sino en la 7º Avenida, entre 128 y 129.
Rucker tenía una obsesión con el hecho de ayudar a que los chicos, a partir del básquetbol, se preocuparan más por el estudio, para de esa manera conseguir una beca que les permitiera estudiar. Ahí nació la famosa frase "Each one teach one" (Cada uno le enseña a otro). Lamentablemente, Rucker falleció de cáncer muy joven en 1965, con solo 38 años, y no pudo ver el fruto final de su esfuerzo, aunque durante su vida logró que más de 700 chicos consiguieran becas.
The Goat Manigault
El torneo se convirtió rápidamente en un clásico del Harlem y, sobre todo, en una escuela de desafíos entre profesionales de la NBA, aspirantes a serlo, leyendas callejeras y jugadores universitarios. Podían mezclarse tipos como Wilt Chamberlain o Kareem Abdul-Jabbar con Earl Manigault, The Goat, Joe Hammond o Pee Wee Kirkland, dos monstruos que nunca llegaron a la NBA, pero no por no estar a la altura, sino porque la rechazaron. Kirkland, por ejemplo, fue elegido en el draft de 1969 por Chicago Bulls, pero en la pretemporada se peleó con el entrenador Dick Motta y se volvió a su barrio. Los Bulls le ofrecían 40.000 dólares por la temporada. Él ganaba 900.000 traficando drogas, lavando dinero y vendiendo joyas robadas. Llegaba al Rucker Park en un Rolls Royce y dicen que llegó a tener una fortuna de 30 millones. ¿Para qué ir a la NBA".
“Puede ser que tuviera esa cifra. Puede que no. No tenía mucha idea de los números. Pero me llamaban el Banco de Harlem, y mis socios se aseguraban de que cualquier comercio o emprendedor con problemas acudiera a mi para prestarle dinero y quedarnos con los intereses. Si eran personas con problemas personales, normalmente no les pedíamos que lo devolvieran”, dijo Pee Wee hace unos años en esta entrevista con Vladtv.com. En 1971, los Knicks le ofrecieron ir a entrenarse con ellos. Eran los campeones de la NBA. Su gran chance. Pero unos días después, Kirkland cayó preso. Estuvo varios años en la cárcel y su carrera en la NBA murió ahí mismo. Ahora recorre el país dando discursos motivacionales.
Kirkland no fue el único jugador que los Knicks encontraron en el Rucker Park. Más allá de que varios de sus jugadores tuvieron pasado allí, como Willis Reed, Earl Monroe y Clyde Frazier, en el Rucker ubicaron a Harthorne Wingo, cuya historia es particular y tiene relación con la Argentina. Wingo jugó 4 años con los Knicks, ganando el título en 1972/73. En 1983, aterrizó en Buenos Aires para jugar en el Ferro de León Najnudel y se consagró campeón en el Sudamericano de Clubes. Un fenómeno absoluto.
La Rucker League se trasladó en 1974, nueve años después de la muerte de su creador, a la actual sede del Rucker Park, en 155 y Douglass Blvd, y se le puso su nombre tanto al playground como al torneo, que tuvo su época de oro en los 60 y 70, cuando, entre otros, la jugó Julius Erving, que aquí se ganó su apodo de Doctor J. Cuando jugaba y alguien preguntaba por él, respondían: "Está operando".
Cuando en los 80 la NBA se volvió más profesional, los jugadores dejaron de participar del torneo, cuidando sus físicos, y la Liga recuperó bastante el sentido de sus orígenes. Fue más amateur. De todos modos, su fama creció a niveles impensados y hoy es una cancha casi profesional, aunque con formato playground, pero tiene aros rebatibles, tablero electrónico y todas las facilidades que existen. En 1993, una empresa puso 423.000 dólares para remodelarlo como parte de un plan de mejoramiento vecinal.
Por eso, de vez en cuando, se arma una movida que hace que una superestrella se aparezca allí. Ocurrió en el 2011, durante el lockout de la NBA. El crack: Kevin Durant. Nadie olvidará ese día de los que tuvieron la fortuna de presenciar el momento. KD se puso en modo terrorista y anotó 66 puntos en un partido, enloqueciendo a los fans.
¿Otro? Un tal Kobe Bryant. Kobe venía de ser tricampeón de la NBA con los Lakers y en el 2002 se presentó en el Rucker para una exhibición. La locura fue total y Bryant, obviamente, no defraudó.
De todos modos, ya nada es como era antes. Como cuando el Rucker Park se armaba espontáneamente, empezaban a caer jugadores y se formaban partidos imprevistos. Como todo, la modernidad le ganó al paso del tiempo, pero la leyenda sigue viva, aunque con otro formato y estilo. Igualmente, su cemento esconde historias que nadie le va a quitar, y Holcombe Rucker sonríe desde algún sitio. Nunca imaginó que una idea tan simple como la suya terminaría conviertiéndose en esto.
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