No va a ser nada fácil. Si en cualquier torneo en el que participa la Argentina se hace todo un tema sobrellevar los nervios, con Río habrá que recargar el depósito de energías y aguante. Es curioso. Por un lado todos queremos que empiece, para volver a verlos, pero no queremos que termine. Y todo durará, como mucho, 15 días. Habrá que esforzarse y guardar cada segundo en la retina, cada gesto, cada saludo. Y explotar cuando todo se acabe. Porque se acabará. En la primera ronda, en cuartos, en la última jornada...acabará.
Argentina irá a Río renovada, tanto generacionalmente como de la cabeza. Hace algo más de un mes, cuando empezó el proceso, el panorama no era alentador. ¿Cuánto podría dar Ginóbili? ¿Cómo hacer para al menos ganar dos partidos en el grupo? Quizá lo primero que elevó la autoestima (de la gente), fue la llegada de Carlos Delfino. Quizá sea temprano para evaluar su efecto, pero el ingreso del santafesino fue una bomba al alma tan profunda, que incluso puede haber tenido un rebote en el propio equipo. Algún centímetro subió el amperímetro los fichajes de Brussino y Garino en la NBA, pero sobre todo, algo pasó con los amistosos en Argentina, tanto en Tecnópolis como en el Orfeo.
No vamos a cometer el error de tomar demasiado en serio el resultado de esos 5 partidos (4 victorias y 1 derrota sobre el cierre), pero no se puede ser tan hipócrita como para negar que nuestro inconsciente en algún momento empezó a preguntarse cosas. Olvidemos las preguntas y busquemos el análisis posible. En las preparaciones, los amistosos suelen ser buenas pruebas para calibrar a un equipo. No importa el resultado final, sino ir cuajando una forma, un estilo, una química. También servían, particularmente en el caso de Argentina, para que los más jóvenes le vieran la cara por primera vez a tipos como Mills, Valanciunas, Teodosic, Bogdanovic, Saric, Diaw, De Colo...la creme de la creme del básquetbol FIBA.
Lo que quedó demostrado, más allá de pruebas y voluntad de los visitantes (Francia fue el que menos motivado se mostró, y encima sin Parker), es que Argentina puede competir. Hace poco, eso no estaba claro. Y si había que arriesgar, la opción competir de igual a igual sonaba ilusoria. Técnicamente nada cambió, “seguimos siendo los mismos perros de hace una semana”, dijo Manu tras ganar el Súper 4 de Córdoba venciendo a Croacia, Serbia y Francia, nada menos. Ese es el mensaje que bajarán los veteranos a los pibes, que encima tendrán que asimilar pronto el shock que significa la Villa Olímpica, los monstruos enfrente, los monstruos propios. Una cosa pareció quedar bastante clara. Argentina, jugando en su mejor nivel, puede vencer a cualquiera, salvo a Estados Unidos. Y, si no juega en su mejor nivel, puede perder con cualquiera, incluyendo a Nigeria. Solo España tendrá más experiencia olímpica que Argentina, y eso en estos Juegos puede ser fundamental.
¿Qué pasa con el resto? España sigue siendo la segunda potencia en estos Juegos. Un poco golpeada por no tener a Marc Gasol y con Mirotic en lugar de Ibaka, igual el equipo de Scariolo es el único que aparenta tener chances de enfrentarse cara a cara contra Estados Unidos. Quinto Juego para Navarro y cuarto para Rudy, Pau, Felipe y Calderón. Muchísimo conocimiento de qué hay que hacer para ganar. En Londres hasta se dieron el lujo de regalar el partido contra Brasil para evitar a Estados Unidos en semis, y les salió bien. Mucho carácter, mucho talento, talla, rotación. Es el mejor equipo del grupo B. Abajo de ellos, Lituania, Croacia y Brasil. Los lituanos también con una baja sensible (Motiejunas), Croacia sin Tomic y Brasil sin Varejao ni Splitter. Todos pivotes. Buena noticia para Argentina.
En la otra zona, donde Estados Unidos debería dominar sin problemas más allá de la cantidad de jugadores que renunciaron, el Top 4 es tremendo: EEUU, Serbia, Francia y Australia. Ni siquiera los australianos son para desmerecer. Uno de ellos sería rival argentino si se pasa a la segunda ronda. China y Venezuela aparecen con pocas chances.
Recuerde. Son 15 días. Vaya tachando de a uno. Busque repartir las lágrimas y, si es posible, guardarlas para el final. Sea el 15, el 17 o el 21 de agosto, cuando esto acabe, largue todo lo que tenga. A nosotros nos va a pasar lo mismo. Terminemos primeros o últimos.