Opinión

The Last Dance: prohibido para menores

09:04 23/05/2020 | Nos compramos casco y chaleco antibalas antes de escribir este artículo, sabedores de la avalancha de críticas que vendrán.

En su época de esplendor, que no difiere mucho de la época en la que se ambienta The Last Dance, Charles Barkley hacía un aviso publicitario en el que dejaba claro su modo de pensar: "No soy ejemplo para nadie, los ejemplos deben ser los padres". Y tenía razón. Aunque casi por obligación, los famosos, los deportistas sobre todo, se toman como espejos para los más chicos. Es inevitable, aunque a los propios deportistas no les guste. 

Obviamente, no todos son tomados como ejemplo, aunque sean buenos deportistas. Dennis Rodman, por caso. O el Loco Montenegro, por poner a alguien más cercano. Siempre quedaron más expuestas sus debilidades que sus fortalezas. Y se aceptaban. Pero Diego Maradona, o Lio Messi o Michael Jordan son y van a ser ejemplos siempre, aunque no quieran. De ahí a que cumplan ese mandato, está en ellos y en sus posibilidades. 

En este caso me enfocaré en Jordan. Y no para achacarle absolutamente nada a él, sino para analizar ciertas cosas del documental que terminó el lunes pasado. Quería darle un enfoque distinto, y me pareció oportuno aprovechar para decir lo que sentía mientras veía los distintos capítulos. Lo primero que me surgió fue pensar que casi nada de lo que estaba viendo dejaba algo positivo para guardar. Sobre todo para los más jóvenes, que todavía tienen toda su vida por delante. Sí el esfuerzo por ser mejor, sí la convicción de ir por lo que uno quiere. No la forma. 

Nadie niega la extraordinaria carrera de Jordan y que posiblemente sea el deportista más grande de todos los tiempos. ¿Pero salvo sus logros, se puede guardar alguna enseñanza? TLD deja en claro en cada uno de sus 10 capítulos que lo único que vale es ganar, y en general a cualquier costo. Ese costo puede ser de discriminación, destrato, rompimiento de reglas o lo que sea. Lo único que sirve y vale es ganar. Discúlpenme los fundamentalistas del triunfo, pero no compro. Gracias.

Dentro de esa discriminación, ni la producción de la serie (quizá correctamente), ni Jordan (sobre todo), se preocupan en lo más mínimo por disimularlo. Al contrario, lo potencian. Lo destacan. Basurear a un compañero para llevarlo al límite, golpearlo en una práctica porque no tiene la misma voracidad que yo, acusarlo de blando, todo vale.  Es el costo de ganar. De jugar con Mike. Y está bien, según ellos. Por eso MJ fue el mejor de todos.

¿Es una condición inevitable? Creo que no. No he escuchado eso de Messi, no he escuchado eso de Ginóbili, no lo he escuchado siquiera de Maradona. Al contrario. Normalmente, esos número uno te hacían o hacen mejores subiéndote la autoestima, haciéndote crecer la confianza. No llevándote a la cornisa de tu aguante. Pero evidentemente el equivocado soy yo. 

Del mismo modo, y sin querer, repito, poner a nadie de ejemplo, el rompimiento permanente de las reglas hace de la serie una de sus principales marcas. Jordan fumando un habano en decenas de circunstancias distintas siendo parte del plantel (vestuario, bus, etc), Rodman viajando a Las Vegas en medio de una serie final, Jordan de nuevo, escapándose a un casino con su padre para apostar hasta tarde. Esto es: un grupo de élite habilitado por Jackson y la organización para hacer casi lo que se les cante, mientras en la cancha rindan. Es válido. ¿Ejemplo? Creo que no. 

Está claro que en el deporte profesional lo más importante es ganar, y cada organización le pone un valor a eso, y también reglas. Para algunos, lo primero supera a lo segundo, pero no es lo habitual. Entrenadores del más alto nivel escriben entre sus principios no negociables que lo primero es el equipo, y nadie está por encima del equipo. No puede haber reglas distintas para un integrante del equipo, lo que no equivale a que una superestrella pueda entrenarse diferenciado o se lo cuide más. Pero no es justamente este caso. Al contrario. Jordan se entrenaba más que nadie, pero dejaba en claro en cada segundo que él era el mejor de todos. Y si no te gustaba, no eran los Bulls tu lugar. Lo dice textualmente Jordan cuando le preguntan sobre la presión que ejercía sobre sus compañeros. 

Y aunque MJ, de vez en cuando, reparte algún elogio aislado a algún compañero, la soberbia de que en realidad el único que valía era él y los demás lo acompañaban, sobrevuela durante todos los diez capítulos. ¿Qué papel juega Jackson? Bueno, el papel exacto para que se destaque alguien como Jordan. Un entrenador con una filosofía de vida muy particular, que en este contexto logró mantener contentos a todos, lo que habla muy bien de él. O, al menos, logró mantenerlos a todos adentro. No hay dudas de que varios la pasaban mal. Todo el tiempo la imagen comparable era la de un ejército comandado por un jefe dictador (Jordan), pero que a la hora de la guerra iba primero y terminaba siendo la clave para vencer al enemigo. 

Si tuviéramos que elegir cuál es la palabra que resume todo el documental sería competitividad. Una palabra cada vez más utilizada, sobre todo en el deporte profesional, y que a mi juicio está totalmente sobrevaluada fuera de él. ¿Para qué sirve la competitividad en una sociedad? Un economista diría para poder precisamente competir con otros países y vender más productos a un menor precio. Discutible. Normalmente en estos casos el factor clave es el salario del trabajador. Que produzca más ganando menos. ¿Para qué otra cosa sirve la competitividad? ¿Para ganarle a quién? ¿A un vecino, a otro argentino, a un inmigrante extranjero?

Se ha transformado en algo común que los valores de los deportistas se trasladen como positivos a una sociedad. Indudablemente, muchos de los valores de la Generación Dorada, por ejemplo, son trasladables: compromiso, trabajo en equipo, solidaridad, esfuerzo, responsabilidad. Pero no la competitividad. Eso para el ciudadano de a pie no sirve. No es un valor. Sirve en el deporte, porque ahí hay que ganar. En la sociedad, no. O no debería. Ahora, si en la sociedad también lo que vale es ganar, estamos en problemas. Por eso pienso que The Last Dance, a chicos que todavía no entienden muy bien de qué va la vida, no les va a dejar casi nada positivo. 

Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus

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