La otra gran frustración de una Argentina joven: el Mundial U19 de 1999
20:51 04/05/2020 | Todo el mundo conoce la historia del equipo del U22 que cayó en semis ante Australia en 1997, pero pocos recuerdan lo ocurrido dos años después en Portugal.
La segunda mitad de la década de los '90 tuvo mucha injerencia en el futuro del básquetbol argentino. Pasaron muchas cosas, seguidas, y rápido. Y quizá si las pudiéramos poner una encima de la otra, encontraríamos respuestas (o parte de ellas), para cosas que vinieron después.
Primero: campeones panamericanos en 1995, por primera vez en la historia. Meses después, clasificación a los Juegos Olímpicos de Atlanta 96, que significó volver a una olimpíada 44 años después de la anterior. En 1996, justamente, los Juegos Olímpicos. En 1997, la derrota de los pibes del U22 en Australia que, de alguna manera, forjó a un grupo que terminó convirtiéndose en la Generación Dorada. En 1998, el Mundial de Grecia, el primero en el que Argentina jugó lo que se jugaba en el mundo y fue competitivo contra las potencias.
En 1999 ocurrieron muchas cosas. El Sudamericano de Bahía Blanca, que significó el debut en la mayor de Luis Scola, Andrés Nocioni, Leo Gutiérrez, Pancho Jasen y Leandro Palladino; el Preolímpico de Puerto Rico, donde se jugó brillante pero no alcanzó para ir a Sydney, y los Panamericanos de Winnipeg, en donde quedaron más anécdotas que resultados, aunque una convicción: estaban bien encaminados.
Sin embargo, en ese 1999 se jugó otro torneo que pocos recuerdan, pero que también dejó su marca: el Mundial u19 de Portugal. Ese era el gran torneo de la clase 1980, en la que se destacaban Fernando Malara, Federico Kammerichs, Diego Ciorciari, Martín Leiva, Manuel Carrizo, Gabo Mikulas (81) y, sobre todo, Luis Scola. Scola era uno de los mejores de su edad en el mundo, y por eso Julio Lamas, que manejaba todas las selecciones nacionales, tuvo que tomar una decisión clave.
¿Cuál era el problema? Varios. Primero, que para la selección mayor que se preparaba para el Preolímpico, se habían bajado Fabricio Oberto (iba a ir a una liga de verano de la NBA en la que nunca jugó finalmente), Rubén Wolkowyski (lesión) y Diego Osella (renuncia). Lamas tuvo que tomar una determinación, y convocó a Luis Scola para la mayor, porque ese era el otro problema. Los dos torneos, Mundial y Preolímpico, tenían casi idéntica fecha (14 al 25 de julio uno y 15 al 25 el otro).
"Luis me pidió de no ir al Preolímpico, porque quería jugar el Mundial con sus compañeros. Le dije que lo entendía, pero que lo necesitaba para la mayor, y me dijo 'lo acepto, pero no estoy de acuerdo' y nunca más me tocó el tema", recuerda Lamas. Scola terminó siendo parte entonces del seleccionado mayor. Argentina se quedó sin su as de espadas para el Mundial, lo que presagiaba una actuación corta. Sin embargo, entre el buen rendimiento del equipo en partidos clave y algunos resultados que jugaron a su favor, se terminó metiendo en semifinales, luego de aplastar a Brasil en el partido previo. El entrenador era Rubén Magnano.
España llegaba a ese partido no solamente apoyado por su gente, dada la cercanía de Portugal, sino que era el campeón europeo y empezaba a mostrar que algunos de sus jugadores tenían futuro. El líder era un tirador llamado Juan Carlos Navarro, pero sobre todo el base, Raúl López, de gran talento. También la rompían en ese equipo Germán Gabriel y Carlos Cabezas. En el juego interior se destacaba el hermano menor del conocido Alfonso Reyes, Felipe, mientras que, aunque jugaba muy poco, todos soñaban con lo que prometía un espigadísimo joven de 2.15 y brazos larguísimos. Se llamaba Pau Gasol.
Argentina hizo un partido sensacional, palo a palo, Malara lo borró a Navarro y en el último minuto, con el juego igualado, le cometieron una falta a Pedro Calderón, que fue a la línea. Calderon metió uno y erró el otro y la bola final quedó para España. La tomó desde su campo Raúl López, quien faltando pocos segundos para el cierre del partido amenazó con encarar al cesto, defendido por Diego Alba. El cordobés apenas frenó al español, que iba hacia un costado y no hacia el aro, sin ninguna incidencia, y el árbitro cobró falta personal. Los pibes argentinos no lo podían creer.
Faltaban 2 segundos. López fue a la línea y anotó ambos. Argentina sacó de fondo y Manuel Carrizo terminó tirando desde la media cancha, pero el tiro ni llegó al aro. Fue un festejo alocado de España y una enorme desilusión del equipo argentina, que se había quedado a un paso de la final. Al día siguiente, España venció a un Estados Unidos que tenía a Nick Collison 94-87, se consagró campeón del mundo y nació su apodo: "los juniors de oro". De alguna manera, Argentina fue su detonador. Casualmente, con la mayor, pasaría algo similar 7 años después en el Mundial de Japón, pero esa es otra historia.
Fabián García / [email protected]
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