La concentración en Humahuaca que pulió a la Generación Dorada
17:06 14/03/2020 | Previo al Sudamericano juvenil de 1994, Argentina entrenó en la mina El Aguilar. Estaba en Humahuaca, Jujuy, a casi 4.000 metros de altura.
Una cancha con piso de goma, típica de pueblo, pero recién remodelada. Una mina a casi 4.000 metros de altura. Un grupo de jóvenes con hambre de gloria y un entrenador con visión. Condimentos fundamentales que forjaron y prepararon a un equipo con futuro y proyección. Del dolor salen los mejores y de este sufrimiento terminaron potenciándose. La concentración ocurrió en la mina El Aguilar, en Humahuaca, un departamento de la provincia de Jujuy.
El motivo por el cual se tomó la decisión de prepararse en tan difícil zona fue porque Argentina debía disputar el Sudamericano juvenil de 1994 en Oruro, Bolivia. La altura sería un factor importante y condicionante, por lo que el entrenador del equipo, Guillermo Vecchio, prefirió prevenir a curar, trabajando en un terreno de características similares durante un controlado límite de tiempo previo al torneo.
Charla mediante con el médico que haría el seguimiento a los jugadores, Vecchio comenzó a desarrollar su plan. Los mandamientos fueron dados en la primera charla. No quería excusas. Había que trabajar y adaptarse al lugar. Si había gente que podía vivir ahí, ellos también podrían hacerlo. Paulatinamente comenzaron a correr y a entrenar hasta conseguir sentirse cómodos. Parecía que no era tan malo después de todo.
Fue una concentración en la que no veían a mucha gente, por lo que talentos del nivel de Juan Ignacio Sánchez, Gabriel Fernández, Lucas Victoriano, Leonardo Gutierrez y Leandro Palladino, entre otros, debían mantenerse unidos. Esto les permitió conocerse y desarrollar esa química peculiar que siempre caracterizó a la Generación Dorada. Esfuerzo, preparación y confianza en el plan y en quien lo desarrolló, fueron los alicientes de un grupo que ya estaba listo para lo que se venía.
Finalmente, el Sudamericano juvenil estaba comenzando. Participaron ocho países y Argentina se declaró campeón invicto en seis partidos. No se ahogaban, ni se cansaban. Su preparación los había forjado a fuego. ¿En la rueda final de todos contra todos? Una paliza tras otra. Primero a Uruguay (107-72), luego a Brasil (107-82) y después a Venezuela (84-75). Trabajo duro, ética y disciplina. En Jujuy, en Bolivia y en cualquier parte del mundo. Fue el primer vestigio. El futuro sería aún mejor.
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