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Informe especial

Gastón Blasi, el pibe que truncó un futuro brillante con una moto

22:12 10/04/2020 | Quizá pocos recuerden la historia de este chico que estaba camino a ser una estrella y vio desvanecerse su futuro como jugador en una tarde de verano. Su historia.

Blasi ayer y hoy (Foto El Gráfico y gentileza Gastón Blasi)

Hace 40 años, no resultaba fácil enterarse de qué jóvenes pintaban bien en el interior del país. Era todo boca a boca y muy poco de otro modo. Sin internet, ni celulares, filmar algo era casi una osadía con el valor que tenían las cámaras y los casetes. En esos tiempos, 1980 para ser concretos, Córdoba viajó a Buenos Aires para jugar el Argentino juvenil de la categoría. Lo hizo en un avión Guaraní de la escuela de aviación, ya que su asistente, Walter Garrone, era profe ahí. Llegaron a El Palomar y de ahí se fueron en tren a Retiro, para terminar alojados en el actual Cenard. La mayoría de los pibes no conocía Buenos Aires. Uno de esos chicos, de San Francisco, no entraba en su cuerpo de la emoción. Se llamaba Gastón Blasi. 

"A nosotros no nos conocía nadie -dice Blasi-. Pero ahí empezó una seguidilla de tres títulos en argentinos juveniles para Córdoba y empezaron a mirarnos de otra manera. Yo era clase 63, como Mario Milanesio. Del 64 estaban Secrestat, Perissinotto y Campana y del 65, Marcelo Milanesio. Marcelo a ése de 1980 no fue. Yo estuve en los dos primeros. Salimos campeones en cancha de Ferro ganándole a Capital, que tenía un equipazo: Belli, Maggi, el ruso Cotic, Cerisola, el burro Crivaro, Alejandro Pérez...".

Sin embargo, su gran año sería 1981. Unos meses después del Argentino, salió campeón sudamericano juvenil en Caracas, ganándole la final a Brasil (se puede ver aquí) tras remontar un partido muy adverso, siendo la gran figura del encuentro. "En un año me cambió todo, porque cuando ganamos el Argentino, salimos en El Gráfico...una locura. Y el Sudamericano de 1981 se jugó en febrero, así de que no ser conocido para nadie, pasé a ser uno de los juveniles más buscados. Me vino a buscar Flor Meléndez. Me acuerdo que cuando volví a Venezuela con el loco Tilatti nos llevaron directo a las oficinas de Miguel Mancini en Obras para hacernos una oferta. Javier la aceptó, pero yo me iba a estudiar a Córdoba, entonces mi viejo me dijo que no me fuera a Buenos Aires. Atenas me había hablado también, entonces me fui con ellos". Adiós a Sportivo Belgrano de San Franscisco, con cancha al aire libre, y hola al gran Atenas de Córdoba. Su talento era vox pópuli y lo recuerda Hugo Belli: "Gastón era un jugador cerebral, con gran visión de la cancha. Fue un lujo el que nos dimos los que jugamos con él. Un verdadero capitán y líder que nos condujo a todos en el Sudamericano juvenil a ser campeones. Y una excelente persona".

Después de eso, Blasi jugó la final del Argentino de mayores en Neuquén, volvió a salir campeón del Argentino juvenil y volvió a entrenarse con la selección juvenil, que debía prepararse para el Panamericano de 1982 que se jugaría en Montevideo. Además, fue campeón a fin de año, en diciembre, con San Francisco, del provincial de Córdoba, jugando otra vez a alto nivel. Para ese entonces, Obras volvió a la carga sobre Blasi y Gastón finalmente lo decidió: se iría a Capital para sumarse al mejor equipo que había en la Argentina en ese momento junto con Ferro. La oferta económica, más auto y departamento, era imposible de rechazar. Pero algo sucedería en el camino.

"Yo estaba muy contento por ir a Obras. Los mejores estaban ahí: Chocolate (Raffaelli), el Tola (Cadillac), Pichi (Campana), Perazzo, Romano, estaban todos. El 4 de enero tenía que presentarme en Buenos Aires para firmar en Obras. El 1 a la tarde, después de almorzar como lo hacíamos siempre en familia, en la marmolería de mi tío, le pedí la moto a mi primo para dar una vuelta. Se había comprado una Honda 400. Iba por la Avenida principal, 25 de mayo, y la verdad es que no recuerdo nada de lo que pasó. Me dicen que en un momento me tapan, se me cruza un auto, no alcanzo a frenar y me caigo de la moto. No venía muy despacio. Y sin casco. No me lastimé el cuerpo, solo un rasguño en una rodilla. Pero tuve un golpe muy fuerte contra el pavimento. Me destrocé la cabeza. Nadie me quería tocar. Estaba desfigurado. Me cargaron en una ambulancia y me llevaron a Córdoba. Quedé en coma, recuperé el conocimiento al día siguiente y estuve 11 días sin poder moverme. No me operaron, se curó solo. Pero el tema es que me quedó una lesión en el ojo derecho. El nervio del músculo que tira el ojo para afuera, el recto externo, se había cortado. Entonces el ojo derecho me quedaba para adentro, con buena visión, pero veía doble. Esa fue la secuela importante que me quedó, además de aprender a caminar de nuevo. Fue duro. Obviamente lo de Obras se cayó, no fui al Panamericano y seguí en Atenas. A mediados de 1982 empecé a entrenarme, con un parche en el ojo, para no ver doble. Así jugué la final del torneo de Córdoba, y jugué bastante. Después me operé el ojo, porque no era verdad que se iba a corregir solo, y dejé de ver doble. Me lo alinearon. Fue un gran avance. Volví a entrenarme y un día me llama Alberto Trama, que era el entrenador de la selección, porque empezaban las prácticas para el Mundial juvenil de España en 1983. Yo me ilusioné mucho y fui a la primera concentración. Se me cagaban todos de risa porque yo estaba fuera de ritmo, de todo. Pero le puse muchos huevos y quedé en el equipo hasta que fuimos 14. Ahí jugamos un cuadrangular en Paraná. Faltaba poquito ya para el Mundial, dos o tres semanas. Y la verdad es que jugué muy bien. Me salieron todas. Yo estaba chocho. Trama también. Me sentía arriba del avión. Una semana antes de viajar, me llaman de la CABB y me dicen que no me lo habían querido decir antes para no desilusionarme, pero que no podía ir al Mundial porque los clase 63 teníamos que haber jugado el Panamericano de 1982 para poder ser parte del equipo. A mí se me vino el mundo abajo. Hasta Osvaldo Orcasitas, que siempre estuvo muy cerca de mí, intercedió con Boris Stankovic, pero no hubo manera".

La vida deportiva de Blasi obviamente nunca volvió a ser la misma. Se quedó en Atenas, donde jugó las primeras dos ediciones de la Liga Nacional, más la de Transición: "Teníamos una bandita linda de jugadores jóvenes, más el Runcho Prato, que nos ordenaba a todos. Estaban Marcelo, Mario, Ligorria, el lungo Parer, Donald...pero básicamente éramos todos pibes. Yo tenía 21, Mario también, Marcelo 19, y el Runcho debía andar por los 33 y tenía todavía mucho para dar. Nos empezó a enseñar cómo había que jugar al básquet. Y no solo eso, sino también a cómo comportanos fuera de la cancha. Un maestro. Te digo algo. Antes que la camiseta de Marcelo Milanesio en el Poli Cerutti, tendría que haber estado la del Runcho Prato, porque ninguno de los jugadores que se destacaron de esa camada hubiesen sido lo que fueron sin la ayuda del Runcho. Y nunca fue reconocido como se lo merecía". 

Después de 1985, Blasi comenzó a jugar menos en Atenas y, tras la temporada 1986, Blasi se fue a jugar la Liga B de entonces (hoy Liga Argentina), a San Martín de Marcos Juárez, pero se le complicaba demasiado, porque estudiaba en Córdoba (ingeniería mecánica electricista) y solo iba dos o tres días por semana a entrenarse. San Martín ascendió, pero Gastón no terminó la temporada porque no le daban los tiempos. Por eso después de ese año, con solo 24 años, dejó la actividad. "No sé qué hubiese sido de mí si no hubiese tenido el accidente. La verdad es que recién lo pensé alguna vez muchos años después. Pero soy de dar vuelta la página rápido. Pensá que estuve a punto de morir. Entonces el hecho de poder seguir viviendo, jugando al básquet, fue una bendición. Es una incógnita saber qué hubiese pasado conmigo. Obviamente que si hubiera ido a Obras mi carrera hubiese sido otra, porque era mi pasión". 

Muchas veces se comete el error de pensar que el accidente de Blasi le abrió el camino a Marcelo Milanesio, pero Gastón es contundente: "No, para nada. Por una sencilla razón. Cuando yo me caigo con la moto, ya tenía arreglado para ir a Obras. No me iba a quedar en Atenas. Entonces no lo hubiese tapado, porque Marcelo llegó en 1982 al club, con Mario. Con Marcelo siempre nos quisimos mucho. Al principio lo aconsejé bastante, porque tenía un poco más de experiencia, y él siempre valoró eso. Hasta el día de hoy tenemos una relación casi de hermanos". 

La historia dirá que ese 1 de enero de 1982, la Argentina perdió a una de sus principales promesas en el básquetbol, en la etapa en donde la Liga Nacional hizo surgir a muchos jóvenes con sueños sin techo: "Te diría que cuando volví, como mucho llegué al 80% de lo que era. Ya no tenía el dominio de la pelota y la visión en el juego rápido. Antes del accidente, manejaba el balón muy naturalmente. Nunca volví a tener esa sensibilidad". Hoy despunta el vicio mirando a su sobrino Bruno Barovero jugar en San Isidro de San Francisco, pero no se reprocha nada. La historia pudo ser distinta. Nunca se sabrá.

 

Fabián García / [email protected]
En Twitter: @basquetplus

 

 

 

 

 

 

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