Juan Alberto Espil, el famoso escopetero de la Liga Nacional que fue exportado al mundo, comenzó a tirar sus primeros triples en Liniers de Bahía Blanca, un club al cual estaba ligado desde antes de nacer y que lo formó como jugador y como persona. Por esta razón, su relación con el Chivo se mantendrá inquebrantable también en el futuro, tal como él mismo lo expresa en Básquet Plus: "El club Liniers de Bahía Blanca estaba a dos cuadras de mi casa y mi papá jugaba en ese club, así que desde los 5 años que estoy yendo. Fue mi primer club antes de ser profesional y jugué en todas las categorías ahí, desde los 5 hasta los 20 años".
- ¿Recordás cuáles fueron esos primeros contactos con Liniers?
- Yo era muy chico, me llevaba mi viejo al club y yo jugaba en la escuelita de básquet, así como también hacía algún que otro deporte. Pero después, a medida que transcurrieron los años, me convertí en jugador de la categoría de pre mini, después mini y así fui aprendiendo. Tuve muy buenos entrenadores en esa época, aspecto que tendríamos que recuperar: los buenos y mejores entrenadores generalmente estaban en las categorías formativas, para formarte como jugador. Tuve a Daniel Allende, a Juanqui Alonso, a Daniel Frola… muy buenos entrenadores, que me ayudaron mucho.
- ¿Cómo era tu día a día en el club?
- Yo me iba al club. Me escapaba al club con mis amigos y estábamos todo el día; antes no había nada, imaginate. Tus padres imaginaban dónde estabas. Nosotros vivíamos en el club, porque en el verano estaba la pileta y después nos íbamos a tirar al aro siempre. Teníamos la cancha ahí, que bueno, era semi cubierta, con piso de baldosa y la jirafa era de hormigón. Esas eran las tardes nuestras: ir a tirar al aro y a jugar. Nos pasábamos todos los días tirando al aro y tirando al aro. Era un modo de vida.
- El club también te forma en cierto modo, es como un complemento de lo que te da la familia y la escuela. ¿A vos te ayudó a fortalecer ciertos valores también?
- Sin duda, ya te digo que yo tuve muy buenos formadores en el club. En eso estoy totalmente agradecido y lo disfruté mucho, porque de ahí salen amigos, queda gente conocida y eso es algo que en mi carrera siempre le voy a deber. Es un club que me formó, porque te brinda ciertos valores que no los olvidás.
- ¿Qué cosas te marcaron una vez que estabas dentro del ambiente del club?
- Recuerdo que íbamos a jugar todos los domingos. Acá en Bahía hay más 20 clubes y los domingos nos tocaba jugar a las nueve de la mañana; salíamos de casa a las ocho con un frío impresionante y siempre había alguno que nos distribuía y nos íbamos todos juntos en auto a jugar. Incluso en alguno, si hacía frío, en el entretiempo te daban mate cocido para calentar un poco el cuerpo. Las experiencias de chico fueron inolvidables, porque era todo amistad y vos lo hacías porque te gustaba el juego y porque la pasabas bien con tus amigos. Después, a medida que vas creciendo, te vas perfeccionando y ya querés jugar para competir.
- ¿Seguís ligado de alguna manera a Liniers? Viste como suele decirse, el primer amor no se deja nunca.
- Cada tanto voy y miro algún partido. Incluso ahora estoy empezando y por ahí juego algún encuentro de +45, que vamos entre los viejos a tirar algunos triples y a correr un poquito, para no perder tanto la línea. Pero la verdad es que los últimos años estuve un poco alejado del básquet. Ahora he vuelto, ya te digo, ya llevo dos o tres partidos jugados y empiezo a moverme un poquito más. Pero el club siempre está y es mi club, así que en cualquier momento.
- También el torneo de +45 representando a Liniers, eso no se discute…
- Si, por supuesto, yo siempre con los colores blanco y negro. Ni hablar. Esos son los colores que me inculcó mi padre, incluso mi tío también jugaba en Liniers en los años 70. Así que imagínate que van dentro de mi corazón.
- ¿Qué significa Liniers en tu vida?
- En orden de importancia, Liniers es el club más importante de mi vida. Es en el que más años estuve, desde los 5 hasta los 20. Después ya pasé a ser profesional, pero debajo está la camiseta de Liniers. Uno nunca va a poder darle a Liniers lo que el club me ha dado, por lo menos en el caso mío. Aprender valores y compartir momentos de chico en un club, siempre viendo y compartiendo cosas lindas es inolvidable, lo llevás siempre adentro. Son cosas imborrables e incalculables, porque te forman como persona. Yo creo que lo han hecho muy bien, por lo menos conmigo.
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