De puertas para fuera, la selección se había afanado estos días en desterrar la palabra revancha. El pasado, decían, es pasado, en referencia a la derrota sufrida ante los franceses en las semifinales del pasado Europeo de Eslovenia. Ese era el mensaje oficial del vestuario, pregonado a los cuatro vientos por técnicos y jugadores, que no obstante esperaban el duelo de anoche con muchas ganas.
Los que no estuvieron el año pasado –como Pau, Reyes o Navarro– porque sentían cierto sentimiento de culpa por no haber podido estar presentes en el duelo; el resto, porque sufrieron en su piel una de las derrotas más dolorosas de los últimos tiempos. Razones más que suficientes para buscar la revancha más allá de lo que se dijera ante los micrófonos y las cámaras de televisión.
Hicieron falta apenas unos segundos de partido para darse cuenta de que sobre la pista había algo más en juego que un triunfo en la primera fase del Mundial. La batalla se había iniciado en la grada minutos antes. La numerosa presencia de seguidores franceses en Granada animó los prolegómenos del partido y contribuyó a encender los ánimos en la pista.
El que mejor canalizó esa tensión fue Ricky Rubio, inmenso de nuevo en la dirección, a lo que anoche sumó un poco más de desparpajo atacando el aro. De sus manos nacieron los primeros cinco ataques, que se tradujeron en un parcial de 11-3 a favor de la selección.
Reaccionó por medio de Diot, una de las amenazas que había puesto de relieve Orenga antes del encuentro, que anotó ocho puntos consecutivos que apretaron el marcador (17-16, min. 8). Sufría España con la defensa exterior, donde Navarro apenas encontraba resquicios para lanzar a canasta.
Batum y Gelabale, dos portentos físicos, cerraban el espacio en el perímetro, pero no contaban con la magia del capitán de la selección. Agazapado a la espera de su momento, el balón le cayó por primera vez a falta de 0,7 segundos para el final del primer cuarto. Un suspiro en el que apenas da tiempo a levantarse y lanzar, pero tiempo más que suficiente para anotar desde el triple si te llamas Navarro y eres la «Bomba». Un show que encendió a la grada y que tuvo su continuación en el inicio del segundo cuarto, con otro triple más desde la esquina al que le siguió otro más de Marc Gasol.
Estaba desatada la selección y eso que Pau aún no había arrancado. Atascado en la zona, donde se repartían los «palos» ante la impunidad arbitral, el español tardó en engrasar la muñeca, aunque al descanso ya se marchó con doce puntos en su casillero personal y con la selección diez arriba (44-34).
Orenga dio entrada a Llull en el cinco inicial de la segunda mitad para evitar que la superioridad física de Francia le volviera a hacer daño. Con el madridista en cancha, Batum tuvo más problemas para anotar y, además, cuando Navarro entró en cancha lo hizo ya sin el NBAen la cancha.
El capitán continuó con su recital, pero en esta ocasión lejos lo hizo sin pensar en el aro y buscando a sus compañeros. Marc e Ibaka fueron los que más provecho sacaron de la nueva sociedad, lo que elevó la renta de España a un nivel casi definitivo para Francia y con un cuarto aún por jugarse (67-50).
El congoleño se ha hecho definitivamente con un puesto en la rotación por delante de Felipe Reyes, al que Orenga dio entrada en la pista cuando la afición de Granada se lo pidió con insistencia. Estaba ya el partido resuelto, pero el madridista se vació en esos últimos tres minutos, cazando su cuota de venganza.