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"No tengo miedo porque siempre jugué así", confesó punzante Andrés Nocioni a la prensa minutos después de la gesta. Un triple, un espectacular triple. Una revancha en una tesitura difícil, ante el equipo local y clásico de toda la vida. Un triple, una jugada que el Chapu se la cobró al destino. Un triple que lo cambió todo y que se convirtió en una de las más importantes hazañas de la historia argentina. Un triple, una revolución. Quizás la última de esta Generación.

Todo empezó en el Arena Carioca 1, donde Brasil se mantenía al frente por una amplia diferencia y todo parecía estar cuesta arriba para los argentinos. Precisamente en ese momento comenzó a carburar Nocioni, amo de los momentos difíciles y complicados. Intensidad, agresividad y buenas rotaciones defensivas le permitieron a los nacionales robar balones y correr de la mano de Campazzo para achicar la brecha y regresar al partido al término del tercer periodo (64-63).

Desafortunadamente, Brasil volvió a encontrar el horizonte en ataque a través de Nené Hilario, quien castigaba constantemente en la zona pintada para que la diferencia vuelva a ser amplia (75-84). Tal vez otro seleccionado hubiera abandonado el encuentro y colocado a sus suplentes, pero Argentina nunca fue uno de esos y así lo demostró nuevamente en el Carioca 1, empujando y empujando a base de triples, defensa y mucha actitud. Primero una bomba de Campazzo y después dos libres le permitieron a los nacionales colocarse a uno de diferencia en el tablero electrónico.

En la acción siguiente, Marcelinho Huertas recibió la pelota y Ginóbili le cometió una falta intencional para evitar que corran los minutos. Con sangre fría, el base de Brasil anotó ambos libres y la última jugada del partido fue para Argentina. Quedaban 15 segundos y el que iba a decidir la situación sería Manu, quien se orientó hacia su perfil derecho, se acomodó y tomó un tiro desde tercera dimensión. A pesar de que el lanzamiento iba encaminado, la naranja, caprichosa, salió del aro y no entró.

Pero nadie contaba con la astucia de Campazzo, que agarró el rebote ofensivo y, con el reloj corriendo, detectó a Nocioni en la esquina y se la entregó. Cinco, cuatro... dictaba el tablero. El alero recibió, hizo un pique, dejó atrás a su marca y lanzó sin dudar. La bola, dubitativa, tardó en decidir, pero finalmente ingresó de manera agónica y luchadora, permitiéndole al seleccionado argentino empatar el partido para definirlo en el suplementario (85-85). 

En el tiempo extra los nacionales sufrirían hasta el hartazgo. No fue suficiente un periodo, sino que se tuvo que definir en dos. La primera prórroga finiquitó con ambos seleccionados estacionados en 95 puntos y recién en la segunda prórroga Argentina pudo sacar diferencias sustanciales gracias a dos triples de Facundo Campazzo. El cordobés, junto a Nocioni, lideró a los suyos para liquidar el enfrentamiento por 111-107, mientras los fanáticos celestes y blancos copaban tierra carioca y cantaban al ritmo de "Brasil decime que se siente". 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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