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Uruguay afronta este torneo con una tendencia similar a la que se viene repitiendo en años anteriores: bajas claves, ya sea por la renuncia de algunos veteranos o los problemas físicos de otros, como el caso de Mathías Calfani. Sin embargo, a diferencia de otros certámenes, esta vez los uruguayos también tienen una razón para ilusionarse: por primera vez en la historia, Esteban Batista y Jayson Granger, dos jugadores de nivel Euroliga, compartirán una cancha en un torneo oficial.

La presencia de estas dos figuras le da un salto de calidad muy importante al plantel. Uruguay siempre tuvo jugadores batalladores y capaces de vender muy cara su derrota. Pero a la hora de enfrentar a las potencias del continente, la diferencia de jerarquía individual les jugaba en contra. Si bien solo con Batista y con Granger no les alcanza para terminar de emparejar el escenario frente a determinadas selecciones, sí ayuda a acortar esa brecha. Sobre todo en un torneo con tantas bajas y planteles diezmados.

Durante los amistosos de preparación, tanto Granger como Batista mostraron un interesante entendimiento y la capacidad para generar desequilibrio a este nivel. El tema para los de Signorelli será no volverse un equipo previsible y que abuse de la apuesta de sus estrellas: necesitan terceras y cuartas opciones de anotación consistente y que este nuevo armado no opaque a valores muy importantes como Fitipaldo o Parodi, sino que ayude a potenciarlos.

En ataque, está claro que Uruguay tendrá muchas más variantes que en otros años. Aunque el entrenador ha manifestado que no quiere volverse repetitivo en el uso de las cortinas directas, sobre todo temprano en las posesiones, la capacidad creativa que tiene Granger desde ahí es realmente muy difícil de defender en el continente americano. Por otro lado, también tendrán quizá la mayor referencia de poste bajo del torneo (Batista), como así también tiradores certeros como Fitipaldo e Izaguirre, listos para aprovechar los espacios que generen sus compañeros, o en el caso del escolta, también crearse los propios.

Los posibles déficits de los uruguayos en estos momentos, son dos: el principal pasa por la falta de profunidad en el banco de suplentes y la necesidad de tener a sus veteranos jugando por encima de 30 minutos por partido. Esto, en un torneo con un calendario tan apretado, puede ser sumamente peligroso. La otra interrogante está en el costado defensivo: durante los amistosos mostraron cierta vulnerabilidad en ese sector, especialmente a la hora del retroceso, pagando cara la falta de piernas particularmente frescas o atléticas. Más allá de la mejoría en ofensiva, no deben perder su identidad atrás.

Son varios los factores que hacen pensar que este puede ser un torneo de despegue para los uruguayos: desde el retorno de figuras muy importantes, a un punto fundamental como tener la localía en la fase de grupos. Aún con rivales durísimos en la zona, el Final Four no es un sueño inalcanzable.

La preselección