Informe

A 19 años del día más trágico de la Liga: la muerte de Riofrío

11:46 07/01/2020 | El domingo 7 de enero de 2000, en la cancha de Libertad de Sunchales, el cordobés Gabriel Riofrío caía desplomado por un un paro cardíaco, falleciendo minutos después con 23 años.

Era domingo y hacía mucho calor en Sunchales. Estudiantes de Bahía Blanca visitaba a Libertad y, promediando el último cuarto del encuentro, con el resultado liquidado, Estudiantes atacó, falló y, mientras retornaba a defensa, ocurrió el hecho imprevisto. 

Gabriel Riofrío, volviendo sobre la mitad de la cancha, se desplomó en el campo de juego, desvanecido. Todos acudieron rápidamente a socorrerlo (Estudiantes no había llevado médico), e inmediatamente lo llevaron a la ambulancia de emergencias que había en el estadio. Increíblemente, el partido siguió.

Pocos minutos después, Riofrío fue trasladado a una clínica de la ciudad, donde falleció por una arritmia ventricular severa. El partido no llegó a finalizar porque los jugadores querían ir a ver a Riofrío. Sin embargo, llegaron tarde. 

¿Qué pasó? La negligencia tiene varias patas. Por un lado, en esa época no se hacían estudios rigurosos desde la Asociación de Clubes para permitir la participación de los jugadores. Por otro lado, Gabriel sabía de su problema de corazón, pero nunca le había dado la verdadera importancia que tenía. El combo fue fatal y Riofrío se fue con apenas 23 años. 

El cordobés de 2 metros, alero (aunque podía jugar en cualquier posición), era una de las promesas más importantes que tenía la Argentina. Talentoso, con un físico privilegiado, aunque un tanto displicente, había debutado con solo 15 años en la Liga A jugando para Banco Córdoba, con Pichi Campana de compañero. Luego jugó en Gimnasia de Comodoro, Andino de La Rioja, Atenas, Estudiantes de Olavarría y Estudiantes de Bahía Blanca.

Con la selección compartió los comienzos de la Generación Dorada, jugando el Mundial Juvenil de 1995 y el famoso Mundial U22 de Melbourne, Australia, con Pepe Sánchez, Fernández, Gutiérrez, Victoriano, Scola, Palladino, Oberto y Ginóbili. Durante muchos años, cada torneo de la selección terminaba irremediablemente con alguno de sus excompañeros mostrando una remera escrita a mano recordándolo. Pasaron 19 años y la herida nunca cerró. Ni cerrará. 

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