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Poder armar la burbuja de Orlando, entre otras cosas, necesitó de una ingeniería deportiva que conformara a todos. No lo logró, obviamente, porque los 30 equipos no iban a quedar contentos, pero al menos inventó un sistema que le permitió conseguir lo que más le interesaba: que estuvieran prácticamente todas las estrellas. 

Se quedó sin algunas (Trae Young, Steph Curry), pero magia tampoco podía hacer. Los Hawks terminaron 14º en el Este y los Warriors, últimos en toda la NBA. La idea fue meter a los que se podía, y para lograrlo, armaron un sistema mediante el cual irían a Orlando los que estuvieran al menos a 4 partidos de distancia del 8º en cada Conferencia. Así llegó Washington por el Este y varios más por el Oeste: Portland, Sacramento, Phoenix, San Antonio y New Orleans. 

Eso permitió, por ejemplo, que estuvieran Damian Lillard y, sobre todo, Zion Williamson, la nueva figura promocional de la Liga. Claro que luego, para que tuviera más condimentos, agregaron un sistema que ampliara las chances de los de abajo: el play-in.

¿Qué era esto? Un formato en el que, si entre el 8º y el 9º, al terminar los seeding games, había menos de 4 partidos de distancia, se jugaría un mano a mano a dos partidos. Terminó ocurriendo en el Oeste, donde Portland superó incluso a Memphis y quedó 8. Los Grizzlies, 9º.

¿Quién pasa? Si el octavo (Portland), gana el primer choque de hoy (14.30 del Este de Estados Unidos, 13.30 en México, 15.30 en Argentina, 20.30 en España), pasará directo e irá contra los Lakers. Si gana Memphis, mañana domingo habrá otro choque entre ambos (dos horas más tarde), y ahí el ganador será el que pase. En resumen: Memphis tiene que ganar los dos partidos para pasar. Portland solo uno.