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Yo sé que no puedo darte 
algo más que un par de promesas... 
ticks de la revolución 
implacable rocanrol 
y un par de sienes ardientes
que son todo el tesoro.

Y esas promesas no son superfluas. La final entre San Lorenzo y Quimsa promete mucho. Similitudes ofensivas, defensivas y tácticas. Nombres propios, entrenadores fantásticos y un duelo que debería jugarse hasta la eternidad.

Dentro de toda esa parafernalia se destaca un aspecto y es la dependencia al ritmo alto que poseen ambos conjuntos. En la era de las transiciones y los puntos rápidos los de Boedo y los de Santiago del Estero apuestan por ello y ganan en el intento. 
Partiendo por el primer clasificado, los dirigidos por Sebastián González vienen teniendo un ritmo (pace) Top-10 si se tiene en cuenta la temporada regular, manteniéndose en el puesto diez con un 74,8. 

¿Qué lo hace tan diferente al resto? Opciones y eficiencia. Según los datos del entrenador de Boca, Gonzalo García, a través de Synergy Sports, el 12,3% de sus posesiones son de ataque rápido, convirtiendo 10,8 puntos por juego. Eso le permiten tener un alto volumen anotador, lo que le da la chance de ser el segundo conjunto de la Liga que más convierte en promedio (83). 

Lo mismo ocurre con San Lorenzo, que posee el segundo ritmo más alto de la Liga Nacional con 76,1. Esa notable media (la transición forma parte del 15,8% del total de sus posesiones) no evita que pierda efectividad, como sí ocurre con otros equipos, y es el segundo mejor de la competencia en porcentaje de tiro verdadero, aquel índice que suma los tiros de dos puntos, de tres y de libres, con 56,3%. 

Lo mismo con respecto al tiro de campo efectivo, que les da un punto extra a los triples. Allí los dirigidos por Silvio Santander también son segundos con 52,9%. ¿Y quiénes están punteros en ambos apartados? Sí, Quimsa con 57,0% y 53,9%. 

Velocidad y orden, el hielo y la coca, salud, dinero y felicidad. Dos equipos que apuestan a la excelencia y que se contagian de la defensa para atacar con fuerza y eficiencia. El jueves empieza lo bueno, la razón de nuestro desvelo.  

Ignacio Miranda/ [email protected]
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