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Hay historias de extranjeros en el básquet argentino para todos los colores. Pero la de Gregory Ritter rompe varios esquemas, al ser el jugador más alto que pisó una cancha en Argentina con 2.31.

“No hizo basquetbol universitario, pero compitió en la NBA. Arrancó en Milwaukee Bucks, donde jugó una temporada completa, lo cortaron y pasó a Brasil por un breve periodo. Se volvió a Estados Unidos para jugar en Los Ángeles Lakers, donde participó del Torneo de Verano, una especie de pretemporada, pero no llegó porque lo cortaron antes, pasando a Cleveland Cavaliers, todo en la temporada 93, que al fin del año lo desvincula y aparecemos nosotros con Luz y Fuerza” contó Hugo Falero, dirigente que gestionó la incorporación del jugador a Luz Y Fuerza de Posadas en 1994 en Fórmula Tuerca.

Y agregó: “Llegó a Posadas en el verano de 1994, recordándolo más por las actitudes extradeportivas que por lo que aportó al equipo. Por entonces teníamos 35/36 grados, con una sensación aún más alta”. El tema temperatura en el noreste argentino fue clave: “Venía de temperaturas bajísimas. Fue el primer impacto negativo. No quería salir ni siquiera a comer por la comodidad del aire acondicionado, se le llevaba a la habitación. Para ir a entrenar, nos pidió fotos de la cancha, le dijimos que el estadio estaba a seis cuadras. Llegamos a la cancha y tras ingresar al gimnasio, salió corriendo y volvió a la camioneta, es que la temperatura era altísima por el techo de zinc”.

Como era de esperar ante esta situación y un personaje sumamente particular, el debut no fue nada bueno. “No entrenó. Su actuación no fue para nada buena, no superó los 10 puntos. En el siguiente, sin entrenamiento y sin adaptación, tampoco rindió”.

Y se esperaba que de visitante cambiara la cosa, sobre todo por la temperatura: “El tercer juego fue de visitante en Mendoza, viajamos no sin antes exigir hacerlo en los asientos que dan a la salida de emergencia que tienen más espacio entre sí. Llegamos, la temperatura era otra, entrenó, en la previa era muy hostigado por los mendocinos”.

El final de la historia estaba muy claro: “No jugó muchos minutos porque su rendimiento fue muy bajo, el técnico lo mantuvo en el banco, protestaba, los árbitros le cobraron técnicos por sus actitudes, el público seguía cargándolo y él respondía. Ganamos el partido, lo que provocó la reacción de la gente, lo sacamos en un Dodge 1500, estaba incomodo se bajó dio un portazo, se enojó el taxista, le tuvimos que pagar más de lo que correspondía ante el enojo del chofer. Resultado, a la vuelta lo terminamos cortando”.

Después de allí pasó un breve periodo en Alemania y dejó el básquet profesional. Pasó a trabajar en una correccional en Norman, Oklahoma, y falleció en 2013 a los 51 años.