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Malice at The Palace es la pelea más conocida de los últimos años en la NBA. Por un hincha de Detroit que le revoleó una cerveza a Ron Artest, se desató la última gran batahola de la liga y terminó con varias de las figuras de Indiana suspendidas, incluido el propio Artest suspendido por toda la temporada.

Sin embargo, lo que sucedió previo a la acción del hincha fue lo que desataría todo lo que vendría luego. Stephen Jackson lo recordó bien en el documental de Netflix que relata este incidente que sentó un precedente: “En el final del juego, ganábamos por 15. En mi mente, el partido había terminado”.

Allí se dio una conversación entre Jamaal Tinsley y Ron Artest:
-Tinsley: “Ya podés hacer la falta”
-Arterst: “¿Qué?”
-Tinsley: “Ya podés hacer tu falta. Ya podés irte. ¿No?”

Lo que parecía una conversación común, en este caso tenía un receptor que, a pesar de estar en un gran momento en lo deportivo, no la pasaba bien afuera, con depresión y ansiedad. Además, Artest era un jugador que normalmente reaccionaba y se peleaba con todos.

Encima, esa falta que menciona, era para que se vengara de una acción de Ben Wallace en los playoffs de la temporada anterior. Ahora tenía la oportunidad de devolvérsela, y Tinsley se la recordó en el peor momento posible.

Así, en la jugada siguiente se dio la tremenda falta del alero contra Ben Wallace, que terminó en la pelea entre ambos y el posterior. Pero no era todo el contexto, como contó Jackson: “Todos sabemos que Ron no está en sus cabales. No necesitaba a nada ni nadie para cometer una estupidez. Era capaz de armar peleas por sí solo, pero Jamaal Tinsley avivó el fuego al recordarle aquello. Una decisión absurda. Acto seguido, dejé a Wallace vía libre al aro, cuando Ron apareció de la nada y lo golpeó en el aire”.

A la vez, recordó una cuestión que afectaba al interno de los Pistons: “Muy poca gente recuerda que Ben acababa de perder a su madre. Ni siquiera iba a jugar aquel partido, pero apareció sin estar preparado mentalmente. Empujó a Artest tan fuerte que ni siquiera pensé que sobreviviera. Habíamos ganado el partido y queríamos irnos, así que lo único que tratábamos de hacer era tranquilizar a Ron. Lo conseguimos: ¡nunca le habíamos visto tan relajado!”

Pero pasó lo que nadie esperaba: “Un refresco cayó sobre su cara y Ron perdió la cabeza”.

Una simple frase, que por todo lo que traía en la previa y todo lo que pasó después, fue la nafta que necesitaba un simple partido para terminara en un evento lamentable.