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Cuando llegó en 2013 a Boston, Brad Stevens venía de varias buenas campañas en la NCAA con Butler. Sin embargo, por su nula experiencia en la NBA se lo subestimó. Pero terminó siendo un hombre clave, si no el más importante, detrás del 18° anillo en la historia de los Celtics.

Allí se hizo cargo de la renovación completa de unos Celtics que necesitaban olvidarse por completo de Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen. Y en 8 temporadas llegó a la postemporada en 7 campañas, solo no llegó en la primera. En total tuvo tres llegadas a Finales del Este y una a Semifinales, además de otras tres primeras rondas.

Hasta 2021 Stevens fue el entrenador del equipo, con Danny Ainge como el General Manager. De su mano poco a poco los celtas volvieron a ser protagonistas y a llegar lejos en los playoffs. Fue el primero en confiar en Jaylen Brown y Jayson Tatum y en darles las llaves del equipo como estrellas principales.

Con la salida de Ainge, Stevens sorprendió a todos y tomó su lugar en la gerencia de la franquicia. Y de su mano llegaron decisiones claves, como confiar en Ime Udoka y Joe Mazzulla, dos de sus antiguos asistentes y sin experiencia como principales, para tomar el equipo. Ambos llegaron a las finales y este último logró el ansiado anillo.

Además, no dudó a la hora de cambiar piezas importantes para mejorar el equipo. La muestra más clara es la de esta 2023/24, cuando dejó ir a Marcus Smart, la tercera espada del equipo, y a Robert Williams, para lograr las llegadas de Jrue Holiday y de Kristaps Porzingis. También fue clave para concretar el traspaso de un Derrick White que en Boston explotó como un arma sumamente confiable.

Un Stevens que ahora tendrá la ardua tarea de sostener al equipo con las limitaciones presupuestarias por los contratos de sus estrellas. De su mano y su capacidad de gestión pasarán muchas de las chances de Boston de seguir en la senda victoriosa.