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Durante los primeros siete años de su carrera, LeBron James fue la joven figura que buscaba darle el título a los debilitados Cleveland Cavaliers, la franquicia de su Estado. Muchos lo consideraban el mejor jugadores del mundo y muy pocos eran los que lo criticaban por su juego, pero absolutamente nadie se atraveía a atacarlo por sus decisiones deportivas.

Sin embargo, luego de su partida hacia Miami Heat en 2010, el alero pasó a ser el villano de la NBA. Eso sólo pudo ser revertido en 2014, cuando volvió definitivamente a Ohio para emprender un viaje hacia el título. A seis años de ese hecho, es necesario repasar las razones por las que el atleta decidió regresar y cambiar el destino de la liga.

"Cuando salí de Cleveland, estaba en una misión. Yo buscaba campeonatos y ganamos dos, pero Miami ya conocía ese sentimiento. Nuestra ciudad no ha tenido esa sensación en mucho, mucho, mucho tiempo. Mi objetivo sigue siendo ganar tantos títulos como sea posible, sin duda. Pero lo más importante para mí es traer un trofeo de vuelta al noreste de Ohio", le confesó James a la revista Sports Illustrated. El título de aquella entrevista lo dijo todo: "Vuelvo a casa."

De la rabia y las camisetas quemadas al amor instantáneo por el reencuentro. De los golpes bajos por su determinación de ir en búsqueda de un objetivo personal a las alabanzas por querer regar su tierra de gloria. En cuestión de horas, The King volvió aser el deportista amado que había sido tiempo atrás. Eso se profundizó cuando, en las Finales de 2016, cumplió con su promesa y lideró a los Cavaliers hacia el campeonato por primera vez en su historia. Un camino que se inició hace seis años y que definió gran parte de la actualidad de la competencia.