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Hace tiempo ya dijimos que el NIL (abreviatura de Name, Image and Likeness, traducido como nombre, imagen y semejanza en español), iba a cambiar el futuro del deporte mundial, al permitirse a los deportistas de la NCAA, finalmente, percibir ingresos mientras forman parte del millonario negocio de la competencia colegial de los Estados Unidos. Y ya está pasando. Hablaremos aquí del caso Cooper Flagg. 

El alero de 18 años (los cumplió en diciembre), es la gran figura de Duke y nadie duda de que será el próximo número uno del draft de la NBA. Una elección definida, como la de Wemby hace dos años, aunque podría haber alguna chance de que eso no ocurra. ¿Por qué? Por dos motivos concretos: el alto ingreso que Flagg genera con el NIL (casi 5 millones de dólares este año) y el interés de la NCAA para que se quede un año más. 

Flagg le dijo a The Athletic hace poco que le gustaría volver el año que viene a Duke, pero en su entorno reconocen que eso es muy difícil, porque si bien Flagg seguramente subiría notablemente su capacidad de recaudar en una segunda temporada, atrasaría un año su chance de llegar a un supercontrato NBA, que por los cálculos que se hacen hoy, podría alcanzar los 400 millones de dólares una vez que termine su primer contrato rookie con el equipo que lo elija. 

Ahora bien, para la NCAA su presencia es todavía más importante, ya que esperan que con Duke lleguen muy lejos en el March Madness y en el torneo final, lo que ayudaría a levantar ratings televisivos que vienen en caída en los últimos años a partir, justamente, de la partida de los mejores proyectos a la NBA casi sin jugar en la NCAA. Si Flagg se quedara un año más, significaría una montaña de dinero. 

De todos modos, no hay muchas posibilidades de que lo convenzan, sobre todo porque las oportunidades no hay que dejarlas pasar. Flagg será muy probablemente elegido mejor jugador del año, algo que solamente consiguieron 3 jugadores antes en su año novato: Zion Williamson, Anthony Davis y Kevin Durant.