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Por tercer año consecutivo, los equipos israelíes se ven forzados a afrontar la Euroliga sin la posibilidad de jugar en casa. El Maccabi Tel Aviv, el Hapoel Tel Aviv y el Hapoel Jerusalem (jugará Eurocup) siguen lidiando con las restricciones derivadas del conflicto bélico en su país, y la última esperanza logística —la opción de jugar en Chipre— acaba de desplomarse. Según informaron el medio One.co.il  el gobierno chipriota rechazó formalmente el pedido de Maccabi para utilizar estadios en la isla durante la temporada 2025–26, alegando motivos de seguridad y la imposibilidad de garantizar el desarrollo adecuado de partidos considerados de alto riesgo.

La negativa llegó incluso tras gestiones diplomáticas y una propuesta avanzada que incluía viajes exprés de hinchas, refuerzos en la seguridad y la participación directa del presidente del club, Shimon Mizrahi, junto a dirigentes de Hapoel Tel Aviv. A pesar del antecedente favorable en años anteriores, cuando Chipre funcionó como sede neutral, las autoridades locales argumentaron que el contexto actual es “demasiado volátil” para asumir esa responsabilidad operativa. La decisión representa un golpe duro para los clubes, que ya afrontan un calendario ajustado y la presión de la Euroliga para presentar sus sedes definitivas durante el verano europeo.

Con Chipre fuera del mapa, la única alternativa concreta es la isla de Rodas, en Grecia, aunque su viabilidad aún es incierta por cuestiones de infraestructura y sensibilidad política. Si también se desestima esta opción, la vuelta a Belgrado —ciudad que albergó los partidos del Maccabi en las últimas dos temporadas— aparece como el plan de emergencia. Mientras tanto, los equipos israelíes enfrentan un desafío que no es solo deportivo: la falta de localía afecta su logística, sus ingresos y su competitividad, en un contexto cada vez más condicionado por factores ajenos al juego.