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El retiro de Scola

Luis Scola, el que se metió entre los más grandes de la historia sin siquiera ser el mejor de su país

19:00 25/09/2021 | No hay quién le compita al talento de Manu, pero el legado de Scola le permite sentarse a la mesa de los deportistas argentinos top.

Scola, una de las máximas figuras del deporte argentino (Foto: Getty).

Es subjetivo, por supuesto. Ningún ranking que se desprenda de lo empírico, de la objetividad numérica, dejará de serlo. Pero bueno, hagamos el ejercicio. ¿Dónde se ubica Luis Scola en el listado de los máximos ídolos / referentes del deporte argentino? Se puede empezar por aquellos que seguramente no faltarían: Diego Maradona, Lionel Messi, Juan Manuel Fangio, Gabriela Sabatini, Guillermo Vilas, Luciana Aymar, Emanuel Ginóbili, Carlos Monzón.

Salvo por Manu, todos tienen un denominador común: supieron ser los mejores del mundo en lo suyo. Sí, a Gaby y al Gran Willy les faltó ser los líderes del escalafón del tenis, pero ambos fueron campeones de Grand Slam. En cuanto a ganar un título, no hay nada por encima de ello, por lo que se puede decir sin miedo al error que en algún momento estuvieron en la cima de su deporte.

Y Ginóbili, si bien nunca fue el mejor basquetbolista del planeta, sí se posó en lo más alto del mayor escenario de ese deporte nada menos que cuatro veces, algo que envidiarían múltiples leyendas de la NBA.

Luis Scola nunca ganó un anillo en la liga estadounidense. Ni siquiera jugó una final. Tampoco fue el mejor jugador de su país, reconocimiento que indudablemente le toca al bahiense. Y aun así, sería difícil rebatirle a alguien que lo ubicase junto a aquellos próceres del principio. Y he ahí una de sus máximas virtudes.

Sin ser siquiera el mejor jugador argentino, es pasible de ser incluido entre los deportistas más significativos de todos los tiempos. Por algo será.

Tres de los nombrados en ese primer párrafo prestan su testimonio en "El Abanderado", la primera biografía sobre el ahora excapitán de la Selección, publicada este año por Básquet Plus. Tanto Sabatini como Aymar hablan de Scola con admiración. Ginóbili, en tanto, lo define categóricamente como "el basquetbolista más importante" de la vida albiceleste.

Pero no solo eso. Integrantes de otras disciplinas, algunos que ni siquiera han tenido un diálogo nutrido con Luifa, campeones olímpicos o finalistas mundiales, admiran lo que ha hecho en las mismas páginas.

La influencia del hombre de la casaca número 4 es total. Hay un antes y un después de su figura. Fue parte de la Generación Dorada y se puso al hombro la tarea de superarla. No en lo deportivo, sino en lo simbólico. Se encargó de que no fuera una mochila para quienes vinieron después.

Lo mismo le ocurrió en Baskonia, donde fue una suerte de "Maradona del Napoli". Es el mejor jugador de la historia de un club que con él en cancha  se volvió rey de España y aprendió a codearse con los mejores de Europa, pese a que eventualmente nunca pudiera sacarse la espina de la Euroliga.

Fuera de la pista entrenó pibes, se los llevó a Estados Unidos, a su campo en Castelli, los alojó con su familia. Le cambió la dieta a Campazzo después de desafiar al base a que lo siguiera "en un solo torneo" y lograra que Facu la rompiera (en el Premundial 2013). Más allá, incluso, puso el grito en el cielo y revolucionó una CABB que se prendía fuego.

Detengámonos ahí. ¿Cuántos jugadores habrán escuchado, antes y después de aquello, en este y en cualquier otro deporte, a empleados -en la Confederación, en los clubes, en donde sea- lamentarse por una pésima situación? ¿Y cuántos jugadores, con una vida propia resuelta, habrían tomado cartas en el asunto por la queja de un kinesiólogo, de un masajista, de un utilero? "Tenían todo para perder", reflexiona el jugador de otra Selección nacional que admira lo que Scola encabezó en 2014.

Cuenta el propio Campazzo, en "El Abanderado", que había muchos pibes ante lo que podía ser su primer Mundial y que Luifa les dijo: "Yo les quiero pedir perdón, pero sepan que esto lo hacemos no por mí ni por ustedes, sino por el futuro del básquet argentino". Porque sabía, el capitán, que les estaba planteando a sus compañeros la chance de no ir a un Mundial, con todo lo que eso significaba, cuando estaba por explotar todo. Aquello lo llevó hasta los pasillos de la Casa Rosada.

La falta de recursos condujo a Scola a gestionar las instalaciones de los Houston Rockets y a mover sus contactos en la NBA nuevamente este año, cuando puso en marcha el plan para que el equipo pudiera entrenarse en Las Vegas.

Porque el básquet, oro y bronce olímpico y doble plata mundial después, prácticamente sigue sin ser autosuficiente. Basta repasar los sponsors de la CABB y de la Unión Argentina de Rugby: el deporte de la guinda, que obtuvo valiosos resultados pero en menor cantidad y calidad, tiene casi el doble de patrocinios, y ni hablar del peso de los mismos. Qué pasará después de la salida del capitán, que es un imán por sí mismo, está por verse. Dentro y fuera de la cancha.

Él ahora se va, como dijo, en paz. Y será cuestión de que las generaciones actuales y venideras, sobre el parquet y lejos de él, aprovechen todo lo que dejó Luis Scola en este cuarto de siglo de carrera que lo puso entre los mejores de siempre. Fue Batistuta como goleador, Maradona como líder y luchador, fue Vilas al quedarse en las puertas de la gloria más de una vez, fue Aymar cuando lo eligieron el mejor, fue Sabatini como abanderado olímpico. Fue todo eso sin siquiera haber sido el mejor del país en lo suyo. Vaya si habrá sido grande.

 

Mauricio Codocea
Autor de "Luis Scola, El Abanderado", primera biografía del capitán, editada por Básquet Plus

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