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Liga Nacional

Carey Scurry: el espectacular "Jordan Borracho" de la Liga Nacional

10:01 10/01/2025 | El estadounidense jugó en primera con GEPU y Ferro, también en TNA con Regatas de Mendoza. Su paso dejó jugadones, pero también patadas y deudas en bares.

Carey Scurry, un habitué de las alturas (Pablo Cabial/Solo Básquet)

En historia del básquet argentino, Carey Scurry será recordado por su talento excepcional y su vida extradeportiva agitada, que le valió el apodo de "Jordan Borracho". La historia de Scurry en Argentina, que incluye dos etapas en la Liga Nacional y un paso memorable por el Torneo Nacional de Ascenso (TNA), es un recordatorio de que el éxito no siempre está exento de excesos y controversias.

Pisó la élite jugando en la NBA con el Jazz, la ciudad mormona de Utah no sentó bien para sus malas costumbres y duró 2 temporadas y media, completó la tercera en los Knicks en lo que sería la despedida de la Liga para el alero de 2.01. Europa fue su nuevo destino, donde Olympiacos lo acogió, pero en un año solo se ganaría su apodo y hoy título de esta nota.

A lo importante. Llegó a Argentina en 1991, cuando GEPU de San Luis necesitaba reemplazar al Pichi Campana. Scurry le cayó como anillo al dedo al equipo y deslumbró a todos en la cancha. Su capacidad atlética era impresionante y los datos los respaldaban: promedió 27.4 puntos y 7.4 rebotes, llevando a GEPU a las finales de la Liga Nacional. La serie final contra Atenas fue un muro para las pretenciones sanluiseñas de ser bicampeones, pero Scurry dejó una huella imborrable, anotando 47 y 45 puntos en partidos decisivos.

Sin embargo, no solo los puntos fueron memorables. Las historias sobre sus escapadas nocturnas se convirtieron en leyendas. Unas semanas después de su llegada, ya se lo veía frecuentando los bares locales, donde se convirtió en un habitual, dejando de lado sus responsabilidades en el equipo. Pero era su talento en la cancha lo que mantenía a sus compañeros al borde del asombro.

En su segunda etapa, Scurry aterrizó en Mendoza para jugar con Regatas en 1993. Allí, se convirtió en un espectáculo en cada partido, volando sobre los tableros y ofreciendo un juego que ilusionaba a los fanáticos. Sin embargo, su estilo de vida no cambió. Algunos relatos de sus noches en los bares mendocinos fueron recuperados por el portal El Sol; se decía que podía tomarse 24 cervezas en una sola sentada y aún así rendir en la cancha. Una anécdota memorable ocurrió después de un partido en General Pico. El equipo tuvo una cena y, mientras todos se preparaban para el regreso, Carey decidió que una última parada en un bar era más atractiva.

No apareció a tiempo, y tuvo que tomar otro colectivo para regresar a Mendoza. "Se le calentó el pico", comentaban los compañeros entre risas, aludiendo a su famosa afición por la cerveza. su relación con el técnico José Podskoc fue permisiva, al punto de permitirle beber cerveza antes de los entrenamientos. Era común verlo en las tribunas, abriendo latas, mientras sus compañeros realizaban ejercicios. La relación con el club en sí fue buena, ya que incluso pagaron una deuda reclamada por un almacenero. “Yo siempre vengo acá y pago. Sólo le pedí dos días que esperara hasta que cobrara. Yo cumplo mi palabra”, fue lo que explicó el molesto Carey.

En 1995, Scurry se unió a Ferro, un equipo joven con talento (Gabriel Fernández, Luis Scola, Cristian Aragona, Martín Budding) que necesitaba un líder. Su presencia fue significativa, pero también problemática. El verdolaga fue su última parada en la Argentina, dejando una firma bien estampada de su estilo. En un partido por la 18º jornada, el árbitro Daniel Godachevich le pitó una técnica, Scurry se enojó y le pegó una patada en el culo, que generó su expulsión y el fin de su año en Ferro. Curiosamente, no fue la primera vez que el extranjero jugaba con los píes, ya tenido una expulisión con tintes karatecas en su paso por Grecia, ambas descalificantes.

Latinoamérica estuvo a sus píes, juegó en Brasil y también en Chile, donde fue campeón e ídolo por Colo Colo. Tras sus buenos momentos, volvió a su punto de partida en los Estados Unidos. A sus 62 años, Carey Scurry vive en Brooklyn tras haber llenado un bolso de souvenirs argentinos.

Pablo Catalá / [email protected] 
En Twitter@basquetplus 

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