El retiro de Prigioni

Prigioni y el Baskonia, una relación de amor hasta el último día

18:05 10/01/2017 | El cordobés quedó al tope del histórico club español en cuanto a la relación con su afición, en un ida y vuelta de amor que no se interrumpió nunca.

En los últimos 30 años del básquetbol español, no han sido tantos los jugadores que pudieron identificarse con una camiseta. La mayoría de ellos tuvieron que ver con dos clubes: Barcelona y el Baskonia. Navarro, Epi, Jiménez, etc, fueron cada uno en su momento una bandera del equipo catalán. 

En el caso del Baskonia, la particularidad es que, con alguna excepción (Calderón, Tiago), el grueso de esos jugadores fueron argentinos: primero Marcelo Nicola, luego Luis Scola, Andrés Nocioni y, finalmente, Pablo Prigioni, el último de esa camada en llegar. Cuando hablamos de permanencia, además, nos referimos a jugadores que se mantuvieron en sus clubes y consiguieron cosas, claro, que no es lo mismo.

Pablo, en la conferencia de hoy, dijo algo que marca por qué terminó siendo, a nuestro criterio, incluso más apegado al carácter Baskonia que el inigualable Luis Scola: "Cuando yo tenía 20/22 años, no quería ir al Madrid o al Barcelona, quería venir aquí, al Baskonia, porque muchos jugadores argentinos estaban aquí y me parecía el mejor lugar". 

Pero, como casi todo en su vida deportiva, no le fue fácil el sueño. Se fue de la Argentina en 1999 a la aventura española, para jugar en el Fuenlabrada, donde en dos años ACB no tuvo muchas chances, entonces fue rescatado por Julio Lamas en el Alicante, en la LEB, con el que empezó un despegue que no terminaría nunca, porque se logró el ascenso, luego hizo una temporada más ya en la ACB y entonces sí, con 26 años, fichó por el entonces TAU.

Fueron 7 temporadas en las que se sucedieron mil historias, la mayoría de éxito y alguna de desilución, como no poder ganar la Euroliga pese a jugar 4 Final Four seguidas entre 2005 y 2008. Pero cómo olvidar las 3 Copas del Rey (MVP en la del 2006), las 4 Supercopas y la tan ansiada ACB en 2007/08, justo cuando su compadre de tantas batallas, Luis Scola, se había ido a la NBA.

A finales de la 2008/09, sintió que debía probarse en un grande como el Real Madrid, que además le significaba un salto económico. Quizá fue la decisión que más se lamentó en su carrera. Fueron dos años en los que lo pasó mal y no pudo ganar ningún título, por lo que, como le confió a Básquet Plus en su momento, "quise volver al Baskonia a sacarme la bronca de los dos años en el Madrid. Lo llamé a Dusko (Ivanovic) y le dije que si hacía falta iba a entrenarme 15 horas por días. Me entrené como un cabrón, y jugué como un cabrón".

La estadía fue corta, porque después de un año, cuando algunos pensaban que estaba más cerca el retiro que la continuidad, apareció la oportunidad impensada: la NBA. Fueron allí 4 años, distribuidos en diferentes equipos (New York, Houston, Clippers y otra esporádica aparición en Houston). 

Su corte en los Rockets precipitó un retorno a Europa que no estaba en los planes, aunque si se daba sí sabía dónde tenía que ser: en Baskonia. En su corazón no había otro sitio. "Si vuelvo a España no me gustaría jugar en otro lado que no sea Vitoria", le dijo a Básquet Plus el 19 de noviembre del año pasado. Encendió la mecha y el Baskonia la tomó enseguida. Menos de dos semanas después de esa frase, se confirmaba el fichaje hasta el final de la temporada.

El regreso fue el 21, ante el Barcelona, de local y por la Euroliga. En total, desde su retorno, jugó 3 partidos por la ACB y 3 por la Euroliga, con una muy buena actuación ante el Unics Kazan (6 asistencias). Sin embargo, luego del último juego ante el Fuenlabrada, donde perdió 4 balones en 8 minutos, se dio cuenta que la cosa no iba más. No se podía permitir, como nunca se lo permitió, no estar al ciento por ciento de la cabeza y en rendimiento.

Lo venía hablando con su esposa, pero como confesó en la conferencia, ayer lunes fue a entrenarse a la mañana y, sin habérselo confiado absolutamente a nadie, cuando terminó la práctica vació su locker y se llevó todo. Era la última vez que se cambiaba. Y la última tenía que ser en el Baskonia. La camiseta que más quiso junto con la de la selección. 

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