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Los fanáticos de los San Antonio Spurs vivirán una noche sumamente especial, cuando desde las 21 horas de nuestro país, se enfrenten a los New Orleans Pelicans. Esta vez, sin embargo, el encuentro será una simple anécdota: el verdadero atractivo de la jornada pasará por el retiro de la 21 de Tim Duncan, la gran leyenda de la franquicia.

El AT&T Center ya está listo, repleto de remeras temáticas que celebran la ocasión. El estadio estará repleto y expectante de volver a ver al ídolo que supo regalarle cinco títulos NBA a la ciudad. Otros grandes compañeros en su camino, como Manu Ginóbili, Tony Parker y Gregg Popovich, también dirán presente.

Los logros hablan por si solos, a la hora de recordar lo que fue la trayectoria del nacido en Islas Vírgenes: 15 All Star Games, 15 veces en el quinteto ideal más otras 15 entre los mejores defensores, un premio a rookie del año, 3 MVP de finales, 2 MVP de fase regular, 5 veces campeón, 17° jugador con más puntos en la historia de la NBA, 7° en rebotes y 6° en tapas.

Igualmente, más allá de todo lo que puede analizarse desde lo basquetbolístico, lo que realmente destacó a Duncan por encima de otras figuras, fue su personalidad única e ideal en un juego colectivo. Siempre lideró desde el ejemplo y fue la pieza clave para lograr una estabilidad en San Antonio, impensada en el deporte profesional. Fueron 19 años de excelencia pura, de perfección sobrehumana y de conducta intachable. Si se pudiera diseñar a un ganador y a un verdadero campeón, seguramente se parecería demasiado a él.

Y qué decir de sus dotes técnicos... porque si bien nunca priorizó lo individual, siempre estuvo claro que estábamos en presencia de uno de los mejores jugadores de poste bajo de la historia, con recursos interminables, una regularidad asombrosa y una visión de juego poco común en un pivote. O como olvidarnos de su capacidad defensiva, que seguramente lo ha elevado entre los 4 o 5 mejores marcadores de todos los tiempos, más por instinto, ubicación y fundamentos, que por ser una bestia atlética. En resumen, el combo perfecto.

Todo eso se recordará esta noche, en una jornada que promete ser inolvidable. Casi tanto como lo fue Duncan, para todos los que tuvimos la posibilidad de disfrutarlo. Imborrable. Inmortal.