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Elegir un partido, una jugada o una anécdota de Juan Alberto Espil es complicado. Su carrera fue ejemplar y estuvo plagada de buenos rendimientos, títulos y actuaciones fenomenales. A partir de su lanzamiento con la parábola perfecta, el escopetero de Bahía Blanca revolucióno el básquet. Primero lo hizo en Argentina y después en Europa. Nadie estaba a salvo de su rifle, aquel que enfundaba con más velocidad que un haz de luz. 

Fue uno de los precedentes a los tiempos de gloria que se vinieron en Argentina, pero también uno de los que empezó a sembrar la tierra que después le daría alimentos continuos al seleccionado nacional. Una de esas ocasiones se dio en los Juegos Panamericanos de 1995, en donde demostró que era el mejor jugador del equipo y el máximo anotador. No sólo eso, también fue el líder que guió a los suyos al oro, derrotando dos veces consecutivas a Estados Unidos y convirtiendo más de 20 puntos en cinco de sus seis presentaciones. 

Corría 1995 y el presente de los Juegos Panamericanos de ese año era incierto. No se sabía si se llegaría a la cantidad mínima de selecciones participantes. Afortunadamente, el torneo se terminó jugando, pero las adversidades en general no estaban alejadas de lo que viviría el equipo de Guillermo Vecchio. Apenas podrían disputar dos amistosos antes del primer partido, en el que se enfrentaban nada más y nada menos que a Estados Unidos. 

En el debut, Juan Espil mostró una excelsa versión, liderando al seleccionado nacional con 27 puntos que significaron su máxima anotadora hasta el fin del certamen. Los de Vecchio fueron dominantes desde el primer minuto, y derrotaron a Estados Unidos de manera sufrida, pero emotiva. Luego, en el segundo encuentro le ganaron a Uruguay, nuevamente con lo justo y con un partido en el que Juan no estuvo fino, convirtiendo apenas cuatro tantos. 

Tras ello, el rival sería México, que no presentó mayores problemas ya que era uno de los más débiles de la competencia internacional. En ese partido, el Polideportivo Islas Malvinas disfrutó de nuevo del goleador Espil, que se despachó con 21 puntos producidos a base de triples, dobles y conversiones increíbles. Lo acompañaron en el goleo Esteban De La Fuente (12) y Luis Villar (13).

El 22 de marzo llegó el día de jugar contra Puerto Rico, un sólido equipo. La victoria otra vez fue sufrida, agónica y divertida para ver. Argentina debía ganar para mantener el invicto y así lo logró, de la mano de un oficialmente encendido e intratable Juan Espil, que otra vez fue el goleador nacional con 21 puntos, acompañado de Diego Osella y Esteban De La Fuente, autores de 14 y 18 tantos cada uno. El último partido de la fase clasificatoria sería ante Brasil, el clásico rival verde y amarillo que terminó siendo otra víctima de Juan Espil, quien marcó 22 puntos para liderar la aplastante victoria por 95-75.

Invictos, con variantes ofensivas, compañerismo y personalidad por doquier, el seleccionado nacional se enfrentó a Uruguay en las semifinales del torneo, y en esa ocasión no hubo paridad. Argentina liquidó cómodamente el encuentro por 90-74, demostrando un gran juego colectivo, en el cual cuatro jugadores marcaron más de diez unidades. ¿Espil? Tuvo otro día en la oficina: 26 puntos para él. 

En la final esperaba Estados Unidos, a quienes ya había doblegado en el primer partido del torneo. El partido no fue facil y el conjunto integrado por jugadores de la CBA estuvo inspirado hasta el último minuto. Pese a ello, Argentina sacó a relucir su calidad y, gracias a 22 puntos de Juan Espil, derrotaron a los norteamericanos por 90-86, quedándose con el oro y festejando desaforadamente ante su gente en un Polideportivo Islas Malvinas repleto. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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