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En una época en la que se premia al tirador, Facundo Piñero es una de sus mejores vertientes. Tras recepción, luego de uno o dos piques, saliendo de las cortinas, desde la esquina, el eje o los codos, no hay espacio en la medialuna que se salve de la puntería del interno de San Lorenzo. Sin ser el más rápido o el más atlético, el de Mar del Plata aprendió a usar su principal arma de una manera única, transformándola en una herramienta para romper defensas, rivales y a cualquiera que le ponga la mano enfrente. 

A pesar de que este año su promedio anotador descendió de 11.3 puntos por partido la temporada pasada a 7.7 en la actual, sus porcentajes de lanzamientos aumentaron y pasó de 43.2% en la 2018/19 a 46.9% en la 2019/20. Además, su porcentaje de tiro verdadero (True Shooting en inglés) aumentó de 64.5% a 66.1% en una campaña, algo que refleja la relevancia de un jugador que vive y sobrevive del triple. 

Mucho de lo que consigue Piñero viene de sus tiempos en Instituto, pero también San Lorenzo entendió y comprendió cómo colocarlo en las mejores posiciones para que el marplatense pueda lanzar. Mediante cortinas indirectas en el eje del cinco al rival de Facundo, el tirador de San Lorenzo queda abierto y puede tomar un tiro cómodo. Otra de las jugadas habituales consiste en la entrada a la pintura para luego salir con flare o rulo de acuerdo a lo que detecte que hará su defensor.  

Otra de las variantes es que se mantuvo eficiente a pesar de tener menos tiros, algo que no es fácil por más que así suene, ya que no cuenta con tantos minutos ni con tantas posesiones como en Instituto. Es por eso que pasó de lanzar 6.7 triples por partido en la 2018/19 a 4.5 en la 2019/20. Hasta aquí no hay mucha diferencia, pero si se enfatiza el análisis, Facundo está metiendo 2.1 de sus 4.5 lanzamientos totales desde la tercera dimensión. Es decir, Piñero convierte casi la mitad de los triples que intenta.

Junto con ello, su lanzamiento también crea oportunidades para sus compañeros, ya que permite abrir la cancha para que jugadores como Marcos Mata, Nicolás Aguirre, José Vildoza o el propio Dar Tucker rompan la primera línea sin recibir ayudas secundarias desde el lado débil. Es precisamente por esto que el rol del tirador es tan preciado en el básquet moderno. Zonas libres, mayor explotación de lugar y nuevas oportunidades ante una cancha que cada vez parece ser más chica.

A sus 32 años, Facundo Piñero está viviendo en una cúspide, en la que se afianzó como el mejor tirador de la Liga Nacional a base de hechos y puntería, sistemas que lo favorecen y una época en la que ser un buen lanzador no sólo está de moda, sino que también es nodal para cualquier equipo con aspiraciones de ser candidato. Muñeca letal y a mansalva, desde Quilmes de Mar del Plata hasta San Lorenzo sin escala. 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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