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Robert Swift, de 2.17 de estatura y nacido en 1985 en Bakersfield, California, lo tenía todo para triunfar en el mundo del basket. Su grave error fue querer dar el salto a la NBA desde el instituto cuando no estaba preparado para el reto. Ni física ni mentalmente. De hecho, su caso se considera una de las razones por las que la NBA instaurase la regla del one and done, impidiendo que los jugadores pudieran dar el salto a profesionales directamente desde el high school.  

Elegido en la duodécima posición del draft de 2004 por los Seattle Supersonics, sufrió una gravisima lesión del ligamento anterior de su rodilla izquierda que le dejó en blanco en la campaña 2006-07. Regresó a las canchas transformado por completo: de chico tímido con cierto aspecto freak (le denominaban "Napoleon Dynamite") pasó a mutar en un jugador con pelo largo, multitatuado y aspecto intimidador. Las lesiones no le dejaron en paz y acabó perdiendo el tren de la NBA a finales del 2009... con tan solo 23 años. A partir de ahí, probó en la D-League para acabar en un destino exótico en 2010; el único coach que había confiado en Swift, Bob Hill, lo rescataría y lo llevaría de su mano en una exótica aventura; defender los colores de los Tokyo Apaches. Volvió en 2011 a EE.UU. y poco más supimos de él hasta que... hace un año y medio conocimos el infierno por el que estaba pasando.

A pesar de haberse ganado 11 millones de dólares durante su breve carrera NBA, Swift estaba pasando unas graves penurias económicas, siendo desahuciado de su mansión en Seattle. Al entrar en su vivienda, lo que se encontró allí mostraba a las claras que Swift tenía un grave problema: montones de basura, comida podrida, balazos en la pared...

Año y medio más tarde, volvemos a saber de nuestro protagonista. Y la información que llega desde EE.UU. nos deja helados. Robert Swift sigue cuesta abajo y sin frenos en pleno proceso autodestructivo. Hace prácticamente un mes la polícia accedía por orden judicial a la vivienda que Swift ocupaba en Kirkland (Estado de Washington), descubrió un auténtico arsenal armamentístico, que incluía catanas japonesas, pistolas, fusiles y hasta un lanzagranadas, además de un campo de tiro improvisado. Si esto no fuera poco, la policía también encontró una cantidad importante de heroina. 

Un mes después, y tal y como informa Komo News, la fiscalía del distrito ha presentado cargos contra Robert Swift por posesión ilícita de armas, describiendo al ex jugador como "un adicto a la heroína fuertemente armado que colaboraba con su camello, convertido en compañero de piso, para cobrar las deudas acumuladas por sus clientes". El camello, Trygve Bjorkstam, ha intentado desligar a Robert Swift del negocio de tráfico de drogas, afirmando que es "un buen tipo que solo pretendió ayudarme a cobrar deudas".