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Las últimas presentaciones de Panamá en el plano internacional han dictado bastante de un ideal. Desde hace tiempo que se notaba un equipo desgastado, con figuras en distintas sintonías y una notable falta de cohesión en muchos aspectos. Nadie puede negar que los centroamericanos tenían talentos importantes dentro de su plantel, como para imaginar un seleccionado más competitivo. Sin embargo, por los motivos mencionados, ese no venía siendo el caso.

El 2017 parece encontrar a un Panamá amagando con iniciar una nueva historia, que no solo está vinculada a la apuesta del experimentado español Manolo Hussein en el banco de suplentes, sino también a un claro recambio generacional: del equipo del Preolímpico 2015 solamente siguen Muñoz, King, Levy, Ayarza y Oglivie, mientras que ya no aparecen figuras claves como Gaskins, Horne, Pinnock, Hicks, Pomare, Lloreda y Garcés. 

¿Cómo completaron esos huecos? Además del regreso de una referencia como Gary Forbes (no jugaba desde el Preolímpico de Mar del Plata 2011), apostaron claramente por la juventud: Iverson Molinar (1999), José Montenegro (1998) y Luis Henríquez (1996) estarán teniendo su primer torneo con la selección mayor, mientras que será apenas el segundo para Eugenio Luzcando (1995). En las otras dos vacantes, sumaron a un par de jugadores nacidos en Estados Unidos para reforzar el juego interior: Tony Bishop y Javier Carter (otro debutante).

Está claro que el armado panameño está lejos de brindar garantías. Se trata de un mix de diferentes contextos y generaciones, que mostrarán un seleccionado muy diferente al que estábamos acostumbrados. Sin embargo, todo responde a un hecho innegable: el equipo tenía la necesidad de darle un sacudón a un orden jerárquico que no venía dando resultados. Si bien los líderes serán los veteranos (Muñoz, Forbes, Ayarza, Levy), la aparición de nuevos rostros intentará generar una frescura que era difícil de encontrar hasta el año pasado. Panamá era un equipo previsible. Hoy ya no lo es. Con lo positivo y lo negativo que eso arrastra.

Así como cambiaron los nombres, también es muy probable que veamos un estilo diferente desde la propuesta. Estábamos acostumbrados a un básquet de apuestas individuales, con la potencia de sus internos (Lloreda, Pomare, Garcés) y el desequilibrio de perimetrales como Hicks, Gaskins o Pinnock. Hoy ninguno de ellos está, por lo que el protagonismo recaerá en otros. Forbes y Ayarza tendrán sus tiros, pero será interesante ver quiénes toman esas terceras y cuartas opciones de anotación, dentro de un plantel sin tantos jugadores acostumbrados a un importante protagonismo ofensivo.

Por otro lado, será clave seguir la evolución del equipo en el costado defensivo. Con la veteranía que traía a cuestas, Panamá era notablemente frágil a la hora del retroceso, sobre todo con el correr de los partidos en torneos desgastantes como los FIBA Américas. ¿Podrá la inyección de juventud cambiar parte de esa historia? Si quieren volver a ser competitivos, no tienen otra alternativa. Sin altura ni demasiada presencia de poste bajo, los de Hussein tendrán que ser un equipo versátil, veloz  y dinámico para explotar al máximo sus virtudes. Si logran establecer una base sólida en el campo propio, pueden dar alguna sorpresa, aún cuando parten desde atrás dentro de los favoritismos del Grupo C.