NBA

Horacio Llamas y un claro ejemplo de la competitividad de Jordan

16:43 19/10/2020 | Los jugadores de Washington estaban disputando un picado. El mexicano anotó un triple para ganar el choque y Michael lo sorprendió.

Llamas y Jordan compartieron equipo en los Wizards (Foto: Medio Tiempo)

Quizás en este lado de Sudamérica su nombre no suene tanto, pero si se mueven más hacia el centro, todos seguramente recuerden la figura de Horacio Llamas, el primer mexicano de la historia en jugar un partido oficial de la NBA. Todo empezó cuando el de Rosario, Sinaloa consiguió ingresar al Training Camp de Atlanta Hawks, para mostrarse y lograr ser fichado luego por los Suns en 1996. 

En Phoenix se mantuvo dos temporadas, pero apenas pudo disputar 28 partidos. Tras esa etapa en territorio yanqui, el mexicano se fue de nuevo al extranjero y recién en la pretemporada del 2001 consiguió la oportunidad de su vida: volver a la NBA. Los Wizards lo invitaron a su Training Camp y la emoción explotó por eso y por otro motivo... Michael Jordan sería su compañero.

Lamentablemente, el latino no pudo quedarse en el plantel definitivo, pero se llevó un magnífico recuerdo que seguro lo guardará para siempre. "Jugamos un partido entre nosotros y yo estaba en su equipo, faltaban ocho segundos y perdíamos por uno o dos puntos. La jugada estaba diseñada para él, lo marcaba Bryon Russell y a mí Christian Laettner. Jordan picó el balón y todos fueron sobre él. Luego salta como si fuera a tirar, me ve y me pasa la pelota, a lo que yo hago el lanzamiento de tres y anoto. Con eso ganamos el choque”, recordó Llamas en una entrevista con Viva Básquet.

La cosa no termina ahí. Michael, competitivo como nadie, con el tiempo entendió que tenía que apoyarse en sus compañeros para ganar, y no solo confió en Horacio para tomar ese lanzamiento, sino que al finalizar el tiro se abalanzó sobre él: “Vino corriendo cuando paso la media cancha alguien me saltó por la espalda gritando ´este es el hombre, por eso jugás conmigo´. Y mi sorpresa fue que era Michael animándome". Aún en los amistosos, por nada más que el honor. Así era Michael. Detestaba perder más de lo que amaba ganar. Era una adicción, una obsesión.  

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
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