¿Por qué se ríen los cracks?
20:23 12/07/2021 | Campazzo, Curry, Doncic... Cuando la mayoría de los jugadores empiezan a ponerse serios, unos cuantos otros hacen lo contrario. Los motivos.
Arrugas en la frente y seriedad en la mirada, como si estuvieran enojados. La mayoría de los jugadores repiten el mismo patrón en los momentos finales de los partidos, en esos últimos cinco minutos que el periodista Álvaro Martín decidió llamar la chiquita.
Pero hay otros pocos que rompen con el paradigma y en vez de fruncir el ceño hacen absolutamente todo lo contrario, esbozando inexplicables risas a medida que las jugadas se ejecutan con éxito y provocando que el resto de las personas los miren atónitos sin entender por qué se divierten con la presión.
Sonará soberbio. Tal vez provoque algún empujón por parte de los rivales o una reacción completamente indebida que no tiene otra explicación que un síndrome de la diversión que están logrando esos divergentes basquetbolistas a la hora de interpretar y realizar las situaciones.
Así lo entiende Gustavo Mena, licenciado en psicología que en la última temporada de la Liga Nacional estuvo desempeñando esa función en Libertad de Sunchales, quien dice que “la sonrisa durante un partido, aclarando que no es la risa socarrona más asociada con la burla, tiene que ver con la esencia misma del deporte, ya que toda disciplina practicada es un juego, y como tal, tiene un componente lúdico. Esta aparece cuando el disfrute por la ejecución y el rendimiento son tan altos que hay una especie de sano olvido de la responsabilidad. Se prescinde casi por momentos del resultado y del contexto y sólo se goza del hecho de estar haciéndolo”.
Facundo Campazzo al dar una asistencia, Luka Doncic después de convertir un triple para darle la victoria a Dallas o Eslovenia, Stephen Curry bailando luego de anotar desde el logo… Los ejemplos son variados, aunque siempre con el mismo denominador común del deleite al ejecutarlo.
“Hay una plena conciencia en lo que se está haciendo y en cierto nivel de excelencia. Por lo tanto, se sonríe un crack porque disfruta de hacer muy muy muy bien aquello que ama. De ahí que todo fluye y parezca salir fácilmente, a la vez que si hay errores se los toma como parte del juego”, destaca Mena con su palabra más que autorizada.
Olvidarse del contexto, encontrar placer cuando el resto solo ve dolor, buscar la mejor decisión y mofarse como si estuvieran jugando un picado en su barrio, los cracks se ríen porque pueden y al picar el balón no le hacen caso a ningún diccionario.
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