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Steve Kerr tuvo una tragedia familiar que hizo sentir al escolta identificado y forjó una unión entre ambos. Su padre se llamaba Malcolm y era un profesor universitario especializado en Oriente Medio y el mundo árabe.

Kerr padre volvió a Beirut, donde había nacido Steve, para ser el presidente de la Universidad Americana de Beirut. Sin embargo, lo hizo en 1982, en plena Guerra Civil Libaneas, y más para un estadounidense.

Ya ejerciendo su cargo, Malcolm le dio un lugar en los edificios vacíos de la Universidad a los residentes libaneses para evitar que los atacaran los israelíes. Cuando los oficiales fueron a inspeccionar por terroristas, Kerr se negó: “Si está buscando terroristas, busque en su propio ejército a los que han destruido Beirut”.

Poco tiempo después, en 1984, dos hombres armados ingresaron en la universidad y le dispararon a Malcolm, que recibió dos tiros en la nuca y murió en ese momento. Los asesinos nunca fueron identificados.

Tal fue la conmoción que el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, expresó: “La prematura y trágica muerte de Kerr a manos de estos despreciables asesinos debe fortalecer nuestra determinación de no ceder ante los actos de los terroristas. No se debe permitir que el terrorismo tome el control de la vida, las acciones o el futuro de nosotros y nuestros amigos”.

Steve recibió la noticia cuando jugaba en la Universidad de Arizona y se aferró al básquet para pasar la muerte de su padre: “El básquet era lo único que podía hacer para dejar de pensar en lo sucedido. Así que fui a practicar al día siguiente. No sabía qué más hacer”.