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Derrick Rose fue, en su momento, uno de los jugadores más dominantes de la liga con solo 22 años. Elegido número 1 del draft en 2008 por los Chicago Bulls, se convertiría en el jugador franquicia del equipo. En su primer año en la NBA fue Rookie del año y durante tres temporadas seguidas fue All Star además de ser el MVP más joven de la historia con 22 años, en el 2011.

Todo era color de rosas para D-Rose. Dominaba desde joven y se esperaba una carrera digna de una leyenda, pero las lesiones lo perjudicaron. En 2012 sufrió muchas molestias en una de sus rodillas y no pudo estar en 37 partidos ese año, en el que se jugaban 66 por el lockout. En el primer partido de playoffs para su equipo, el base se lesionó la rodilla izquierda siendo esta una rotura de los ligamentos. Obviamente se perdió toda la postemporada y el inicio de la siguiente. Cuando se recuperó, Rose dijo que no estaba preparado mentalmente para volver a la cancha así que lo que sería solo el inicio de la temporada, fue una completa.

Luego de volver al parqué en la 2014/15, dos años después pasó a los Knicks. En Nueva York venía jugando partidos sin encontrarse problemas, hasta que el 10 de enero fue multado por volar a Chicago a sin permiso y tres meses después un desgarro en el menisco le obligó a perderse el resto de la temporada. En 2017 pasó a Cleveland, donde otras lesiones lo frustraron tanto que dejó el equipo para plantearse la retirada. Al año siguiente, en Minnesota, se lo vio muy contento y con un gran nivel en la pista. De hecho, llegó a anotar 50 puntos en un partido. Sin embargo a todos nos quedó la espina de pensar ¿que hubiera sido si no se lesionaba?