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De Compton a la NBA: la gran historia de superación de DeMar DeRozan

22:40 25/10/2020 | Criado entre pandillas, asesinatos y drogas en uno de los barrios más peligrosos de California, sorteó todo tipo de obstáculos para llegar a la cima.

DeRozan jugó en los Spurs la 2019/20 (Foto: NBA)

Estrellas de famosos en el piso, comida sushi en los restaurants, locales de Gucci, Dolce Gabbana y Armani en cada cuadra, relojes de oro, anteojos lujosos y autos extravagantes. Todo eso y más se puede encontrar en Hollywood, el lugar al que muchos van a cumplir sus sueños. Quieren ser actores, modelos, empresarios y millonarios, caminar por esas calles y ostentar su riqueza en cada respiro.

En el mismo espacio, a unos cuantos metros, está un barrio en el que esas fantasías se quiebran. Lleva el nombre de Compton y la esperanza de vida en aquel recóndito espacio es de apenas 78.4 años. Disparos, peleas, asesinatos y drogas forman parte de la parafernalia de la zona, en la que la guerra es la paz y el ruido el silencio. 

En medio de todo eso nació DeMar DeRozan, un caluroso 7 de agosto de 1989. Hijo único, llegó al mundo para salvar la vida de sus padres, Frank y Diane, especialmente la de su madre, que había perdido la esperanza cuando se enteró que estaba aguardando un hijo. Justamente por eso su progenitora lo llama el bendito. 

La vida en Compton giraba en torno a una pandilla que ejercía el poder ejecutivo: los Poccet Hood Compton Crips o, simplemente, los Crips. Antes de la religión, el deporte, el básquet o el habla estaba, está y siempre estará la identidad de esa banda y hasta el día de hoy se lo puede ver a DeMar haciendo señas en alusión a ellos en algunos de sus partidos. 

Pero con la compañía y el sentido de pertenencia también vienen las pérdidas y el sufrimiento. A los 5 años, DeRozan tuvo que asistir a su primer funeral. Su tío Kevin recibió un tiro que le atravesó el corazón, por parte de un miembro de la banda rival denominada Bloods. En esa zona, esta pandilla es su mayor archirrival y hora tras hora se pelean sin parar hasta la actualidad. 

Esto lo fue endureciendo y poco a poco se fue curtiendo hasta acostumbrarse a la muerte, conviviendo y aprendiendo de ella. Curiosamente, en esos tristes eventos empezó a nacer su amor por el básquet. “No podía esperar el fin de semana para que pudiera traerme”, contó DeMar en una entrevista para ESPN, en la que explicaba cómo su padre lo llevaba a los entierros y en medio de eso jugaban un rato para despejarse. 

La naranja mecánica

Desde Lueders Park hasta Gonzalez Park, Wilson Park y Compton College, DeRozan fue creciendo en las canchas rústicas e improvisadas de la calle, protegido por los Crips y la gente del barrio, que sabían que el pequeño podía tener un futuro prometedor en el básquet. 

Además, su papá lo cuidaba y también lo intimidaba. Medía 1.93 y pesaba 117 kilos, por lo que al joven no le quedaba otra que intentar sin éxito cual Sísifo vencerlo en cualquier funeral. Suave. Llorón. A tu rival no le va a importar eso. No sos nada. Frank lo desafiaba constantemente, preparándolo para el mundo exterior. Y como el diamante se gesta cuando hay presión, DeMar jugaba mejor al enojarse. 

La vida en ese entonces no era fácil y un domingo cualquiera cuando DeMar estaba en séptimo grado, fue a visitar a su tío a un sitio cercano y, por supuesto, aprovechó el viaje para jugar un rato con Frank. Pero eventualmente el pequeño se dio cuenta que su papá no podía levantar la mano izquierda. Al día siguiente, Diane tuvo que llevar a su hijo al hospital... Su esposo había sufrido un derrame cerebral. 

Por si eso no fuera suficiente, a la mamá le diagnosticaron lupus en esa época, una dolorosa enfermedad autoinmune que hace que los tejidos y órganos del cuerpo se ataquen a sí mismos. En consecuencia, DeMar quedó más vulnerable que nunca y tenía dos opciones: dedicarse a la vida en la calle con los Crips o enfocarse en el básquet. 

El juego sagrado

Sin dudarlo se concentró en lo segundo y su talento habló en la cancha. En su último año en Compton High School promedió 29.2 puntos y 7.9 rebotes, liderando a la escuela a un récord de 26 victorias y apenas 6 derrotas. Las distinciones individuales también fueron múltiples: MVP de la Moore League, All-State de California, miembro y campeón del torneo de volcadas del McDonald´s All-American y participante del Jordan Brand Classic y el Nike Hoop Summit. 

Tenía 17 años y universidades de la magnitud de North Carolina o UCLA lo deseaban, pero él decidió comprometerse con la USC. La institución estaba a 20 minutos de Compton y DeMar sentía que se encontraba a 20 ciudades de distancia. Nunca antes había salido de su lugar de origen y todo era diferente, a pesar de la aproximación entre los dos lugares. La gente era completamente distinta, sus compañeros tenían notebooks y las llaves de autos caros en sus bancos. No podía comunicarse. 

Por suerte, su lenguaje del básquet era universal y en aquel rectángulo bordó fue colosal. Fue titular en los 35 partidos de los Trojando, promediando 13.9 puntos, 5.7 rebotes y 1.5 asistencias por juego que le permitieron hacer historia. Sus 485 puntos lo ubican en el tercer lugar de todos los tiempos entre los novatos de USC y sus 201 rebotes son el cuarto más destacado de la historia entre los debutantes de la universidad. 

La urgencia condicionando el futuro

No obstante, la faceta que más le costaba era el tiro de tres y en su etapa universitaria no había podido desarrollarlo. Así y todo, DeMar decidió presentarse al Draft de la NBA y dar el siguiente paso en su carrera. Su urgencia no pasaba por lo deportivo, sino por ayudar a su madre y la enfermedad que la atacaba con cada vez más fuerza.

Los Raptors se arriesgaron y en aquel sorteo de 2009 el pick nueve marcó su nombre. Llegaba una nueva etapa y las cosas comenzarían a salir bien. Su primera temporada no fue ideal desde lo deportivo, pero con la tranquilidad de estar ayudando económicamente a su familia el resto era secundario. En la 2009/10 apenas promedió 8.6 puntos y apenas lanzó 16 triples en los 77 juegos que disputó...

En la temporada baja el de California sabía que debía mejorar como sea y no hizo más que trabajar en su juego y en su lanzamiento, entrenando sin pausa, transpirando y esforzándose como le había enseñado su padre. El universo con los años le retribuyó todo y poco a poco fue explotando hasta que en la 2013/14 su media en puntos se elevó hasta 22.6. Desde ese momento, DeRozan nunca más promedió menos de 20 tantos en una campaña. 

Todo llega con persistencia

La vida hoy lo encuentra en los Spurs y algunos rumores de su partida lo invaden. Nada de eso importa, DeMar sigue enfocándose en lo que puede controlar, con la tranquilidad de haber superado todos los obstáculos que una persona normal no podría siquiera imaginar. 

Entre los disparos, las guerras de pandillas, las muertes, las drogas y las pérdidas allí va el joven de Compton que solo quería jugar y honrar a su padre, que mientras estaba internado en ese maldito hospital le dijo agonizando: "No puedo morir. No puedo morir hasta que vea que lo logres".

 

 

Ignacio Miranda/ [email protected]
En Twitter: @basquetplus
En Twitter: @nachomiranda14

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