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Durante el campo de entrenamiento previo a los Olímpicos de Los Angeles 1984, Patrick Ewing y Michael Jordan no tuvieron mejor idea que comenzar a pelear en medio de una práctica en forma de broma. Las cosas parecían tranquilas, en un ambiente cálido en el que los jugadores estaban preparándose para lo mejor.  

Sin embargo, en ese instante Jordan se puso ávido y se pasó de rosca, realizándole una llave que lanzó por los aires al bueno de Patrick, que dentro de la cancha era intimidante y fuera un personaje muy divertido. Según el pivote, a causa del golpe, no pudo mover ni un dedo la mañana posterior. 

"Estaba sentado y el entrenador (Bobby Knight) era una pava en plena ebullición. Pero sólo estaba enojado conmigo. ¿Y Michael? Nada le ocurrió a él. Nada le ocurría nunca a él", recordó Ewing un tiempo después. 

Todo se arregló en cuestión de horas y Jordan, Ewing y Estados Unidos fueron a disputar un torneo en el que arrasaron, coronándose campeones invictos con ocho victorias y cero derrotas. Ese fue el preludio de lo que pasó después, cuando en los Olímpicos de Barcelona 1992 formaron uno de los mejores equipos de todos los tiempos.  

Y, por supuesto, Ewing y Jordan fueron integrantes y campeones otra vez.