El apóstol del básquet, León Najnudel recordado por Osvaldo Orcasitas
19:39 20/04/2018 | A días de que se cumplan 20 años de su fallecimiento (22 de abril), recordamos una serie de notas realizadas por personajes cercanos a León publicadas por Básquet Plus revista.
Recordamos una zaga de informes especiales sobre la vida de León Najnudel, a días de que se cumplan 20 años de su fallecimiento, ocurrido el 22 de abril de 1998. Fueron publicados por Básquet Plus revista en el año 2008, cuando se cumplieron los primeros 10 años de su muerte. Cada una estuvo escrita por un periodista distinto. Creemos que la mejor forma de homenajear a León es así, a partir de la pluma de gente que estuvo muy cerca de él y que, como nadie, podrán darle a usted un panorama diferente de un tipo excepcional. En este caso, de otro enorme protagonista de nuestro básquetbol, como Osvaldo Orcasitas, lamentablemente también fallecido.
Para las nuevas generaciones, desde el principio se impone hacer una breve pintura del personaje. ¿Quién fue León David Najnudel, entrenador, ciudadano de Villa Crespo, apodado “El Ruso”? Semblanza: “Fue el apóstol de una religión llamada básquetbol. Vivió predicando para engrandecerlo. Se adelantó a su medio. Veía siempre más allá con el don de los sabios y no se quedaba en la anécdota de un partido, sino que su preocupación profundizaba en los temas esenciales de la organización y de las estructuras. Pensaba para todos”.
Todavía no encuentro definición más real sobre León que estas líneas que escribí en su nota necrológica de la revista “El Gráfico” en abril de 1998. Fue el mentor de la Liga Nacional de básquetbol en la República Argentina, su obra cumbre, que se inició en 1985 y de la cual ya se llevan realizadas 24 temporadas.
PELOTA EN EL AIRE
Viernes 26 de abril de 1985. No exagero. Apenas 10 segundos transcurrieron de haber dado el salto inicial del partido que empezaba a desarrollarse en el estadio de Obras Sanitarias (uno de los tres encuentros que se realizaron esa noche, los primeros de la historia), inaugurando la nueva competencia, y afloró otra vez la personalidad de León en todo su esplendor y su potencia: inquieta, impaciente, rebelde, arrasadora, insistente, brillante, pertinaz, arrolladora, testaruda, tenaz, ansiosa, porfiada, tozuda, constante, desbordante, visionaria.
Jugaban San Lorenzo de Almagro y Argentino de Firmat –que ganaría 101-99- por el grupo 2 de la primera fecha en la primera fase. Se hacía realidad su sueño, se coronaba su lucha, se concretaba su esperanza. Pero no, León ya estaba pensando en el futuro.
Nos habíamos sentado juntos en las plateas plegables cuando la disposición del estadio de avenida del Libertador era diferente a la actual. Me tocó y exclamó: “O. R. O.: tenemos que jugar de septiembre a junio…” A los 10 segundos. Me reiteró, como era su costumbre, una y mil veces, dándome los argumentos. Fue sin parar, fiel a su estilo, perseverante con sus convicciones.
No era que yo estaba en contra, simplemente ocurría que él necesitaba siempre un interlocutor para que le escuchara su idea. Quería descargar en alguien su prédica, y yo en este tema era su confidente mano derecha.
Vivimos en el hemisferio sur, pero la agenda internacional se maneja desde el hemisferio norte. Julio y agosto son los meses destinados a la programación de la gran competencia mundial. Si queríamos competir, necesariamente debíamos sintonizar la misma onda. Cinco años después, en la temporada 1990/91, finalmente su latiguillo encontró eco en la Asociación de Clubes y se comenzó a jugar de esa manera para adecuarnos al calendario internacional.
Si analizamos lo que sucedió con el devenir de los años, surge claramente que “mal no nos fue”, como hubiera dicho el propio León: Argentina fue subcampeón del mundo en Indianápolis 2002 y conquistó su epopeya mayor en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 ganando la medalla de oro.
A propósito. El viernes 30 de abril de 1983, por impulso del “Chungo” Butta, se realizó en Paraná, Entre Ríos, la primera reunión de clubes para tratar de organizar la Liga Nacional. A su término se aprobó la Declaración de Paraná explicando los postulados que se perseguían. Allí se escribió: “Que el perfeccionamiento de la competencia interna redundará en una elevación del máximo objetivo buscado: el mayor nivel de la Selección Nacional”.
UNA FOTO PARA LA HISTORIA
Esa misma noche Marcelo Figueras, el entrañable fotógrafo del básquetbol, lo eternizó dando el salto inicial en una foto que se publicó por primera vez en “El Gráfico” y luego recorrió el país. Es una de las reliquias de nuestra querida competencia. Es su imagen más simbólica.
En esa época León vivía en Buenos Aires, en la calle La Pampa de Barrancas de Belgrano, y obviamente iba a presenciar el partido. ¿Quién lo podía dudar? Alguna vez dijo ironizando: “¿Vacaciones? No sé qué es eso. Mis días son con básquetbol o sin básquetbol”. No le interesaba otra cosa.
Entonces sobre la marcha busqué consentimiento para que tuviera el honor de dar ese salto inicial que no era uno más porque inauguraba la nueva competencia largamente ambicionada. Sería protagonizado por Steve Stanford (San Lorenzo) y Leonard Goggins (Argentino). “La hora fijada –las 22:00- se acercaba. Y ahí, en ese momento, espontáneamente surgió la inquietud. Sin protocolo, con sinceridad. El honor que León Najnudel merecía. Estaba por comenzar un hecho realmente revolucionario en nuestro básquetbol y con características únicas en el deporte argentino”, se leyó en “El Gráfico”.
Era un sencillo reconocimiento a su persona por haber entregado tanto esfuerzo y tanta pasión en pos de crear la Liga Nacional. Hablé con los periodistas presentes (Rubén Daniel Campaniello, de la agencia Télam, estuvo firme), solicité el okey de los responsables de ambos equipos, Juan Carlos Guglietti por los porteños y el “Flaco” José Luis Dibidino por los firmatenses, y finalmente les expliqué la idea a los árbitros cordobeses Jorge Medina y Jorge Tahán para que dieran el tiempo suficiente a fin de llevar a cabo la pequeña ceremonia. El título en la revista sintetizó un sentimiento de todos los tiempos: “Gracias, León…”
PREDICANDO Y PROFETIZANDO
La foto se publicó en la edición Nº 3421 del 30 de abril 1985. Tres números después la revista más mítica del deporte argentino, de contenido eminentemente futbolístico, le dedicó su tapa a la Liga Nacional. “No lo puedo creer”, me confesó León.
Esa vez la institucional página 3 fue una columna escrita por él para que dijera lo que quisiera, como si fuera un desahogo, cuando se habían disputado las primeras jornadas. Prefirió repetir y potenciar la filosofía de la competencia. Se tituló “Valió la pena luchar tanto” y reproduzco algunos párrafos:
O “Costó, fueron doce años de prédica y lucha, pero ya estamos en el camino correcto que tanto quisimos. Algunos se seguirán preguntando: ¿por qué tanta obsesión con la Liga Nacional? Respondo: por lo que ya se empieza a vivir, por todo lo ilimitadamente grande que puede ser…”
O “Voy a explicar su filosofía una vez más… Siempre entendí que nuestros jugadores estaban muy dispersos en todo el país y se quedaban sin poder competir entre los mejores y contra los mejores. No había un estado de necesidad que permitiera su desarrollo al no existir un campeonato estable, único, atractivo y de dimensión nacional que abarcara íntegramente los ocho meses de la temporada. No teníamos cantidad y calidad de competencia”.
O “Entonces no quedaba otra salida, como fue demostrado en todas partes del mundo: había que crear una competencia elite que realmente interesara al público en cualquier lugar del país y que pudiera servir a los clubes para solventar a sus equipos”.
O ”Se apunta a dos cosas esenciales: al jugador, permitiéndole su mejoramiento al disponer de un medio exigente, y al público, dándole un espectáculo que lo atrape y obligando a la prensa a brindarle promoción”.
O “Hay una frase de algunos entrenadores que repudio totalmente: “Yo hice a fulano”, dicen, y pretenden demostrar que dieron a luz a un jugador de básquetbol. Es una gran mentira, porque el jugador es hijo de estos tres factores, ordenados según su incidencia: 1) Sus aptitudes potenciales, lo que trae desde la cuna. 2) El medio interno en que se desarrolla. 3) La influencia de su entrenador”.
O “Como se ve, y como está inapelablemente comprobado, después de lo innato la importancia de la competencia interna es lo más decisivo para que un chico progrese. Por eso hay que tratar de hacer una competencia interna cada vez más fuerte para permitir su perfeccionamiento”.
O “La gran finalidad, el objetivo clave, es el interés que se pretende despertar en una gran masa de chicos para que juegue al básquetbol.”
O “Para que todo esto siga su avance, tendremos que emplear una estrategia sin urgencia poniendo todos los estamentos del básquetbol lo mejor de sí. Y como la Selección Nacional es el reflejo exacto de lo que pasa en el medio, progresivamente también nos daremos cuenta de que iremos recuperando terreno en el ámbito internacional”.
LAS MISMAS INICIALES: L. N.
León Najnudel (L. N.) me contó que la primera vez que la expresión “Liga Nacional” (L. N.), como sistema de competencia, apareció en su conversación fue en un diálogo que mantuvo con el entrenador italiano Nello Paratore. Fue durante el 4º Campeonato Mundial de Básquetbol efectuado en Río de Janeiro, San Pablo, Belo Horizonte, Curitiba y Petrópolis, Brasil, en mayo de 1963, donde el citado entrenador estuvo al frente de Italia. La competición nacional en ese país se creó en 1920.
Fue su primer viaje internacional llevado por nuestro deporte. Tenía 21 años. Lo hizo en micro en compañía de su íntimo amigo Armando León Grynberg, también entrenador, con esplendor en la Capital Federal en esa década del ’60 al frente de Villa Crespo. Para que tuvieran facilidades de acceso lograron acreditarse como periodistas del diario “Noticias Gráficas”, popular vespertino que entonces se editaba en Buenos Aires.
El gran impulso de su batalla en este asunto fue a partir del regreso de España de otro entrenador amigo: José María Félix Cavallero, popularizado como “Yoyo”, a quien durante mucho tiempo hizo cobijar en la casona paterna de la calle Thames. Había dirigido la temporada 1969/70 al Mataró Molfort’s, con el que terminó en el octavo puesto entre doce equipos, lo que le permitió vivir “in situ” esta realidad competitiva con dimensión nacional. España arrancó en 1957.
Ambos dos, “Yoyo” y León, a partir de ese momento comenzaron a hablar a destajo (en realidad, a predicar) de que se debía establecer una Liga Nacional en la Argentina.
Hago una aclaración aquí porque hubo una situación que se fue distorsionando y es necesario precisar. Surgieron voces que acusaron que en este tema Najnudel le usurpó la idea a Cavallero. Error. Nunca, ni cuando terminaron distanciados, León desconoció a Cavallero como importador del proyecto. Incluso en la charla de lanzamiento que organizó “El Gráfico” el viernes 17 de septiembre de 1982, el primer nombre propio que pronunció León como origen de todo esto fue justamente el de “Yoyo”.
Lo que no tiene discusión fue que el combate final hasta su concreción lo dio Najnudel, por lo que el ambiente y el periodismo lo reconoció como “Padre de la Liga Nacional”. Al hacerse la presentación en la avenida Belgrano 1728 de la Capital Federal, Cavallero se encontraba dirigiendo en Venezuela. Envió una carta de adhesión que se publicó en la sección correspondiente de “El Gráfico”.
Cuando yo me agregué a la lucha, le hice ver a León que las prédicas nunca tuvieron una presentación organizada, formal, y que todo se diluía en charlas de café, comidas, sobremesas y demás tertulias del ambiente. Que iba a buscar el momento oportuno para dar a conocer públicamente la propuesta, lo que llegó cuando “El Gráfico” se comprometió en organizar “El Mes del Deporte” de la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines de la República Argentina, la entidad que nuclea a los canillitas. Fueron cuatro viernes dedicados -según el orden de realización- al boxeo, el automovilismo, el básquetbol y el fútbol. Tuvimos el orgullo de que la nuestra fue la reunión más concurrida. Duró desde las 20:15 hasta las 23:45 horas. La presentamos con esta apelación: “¿Es la Liga Nacional la solución de nuestro básquetbol?”. Gracias a una firme y perseverante convicción, impulsada por el liderazgo de León, la respuesta pudo ser positiva. Por suerte.
PERDIDOS EN LA NOCHE
Hubo que explicar mucho –y era necesario hacerlo- para que se entendiera qué era y cómo era la Liga Nacional. La primera charla explicativa, por razones obvias, se programó para que se efectuara en Bahía Blanca, la Capital del Básquetbol. Allí contábamos con el apoyo logístico de un fervoroso aliado y también impulsor del proyecto: Enrique “Quique” Nocent. Muy amigo de Najnudel, era subjefe de Deportes del diario “La Nueva Provincia” y copropietario de la revista especializada “Encestando”.
Lo llamé a León para combinar y sacar los pasajes por avión, pero se opuso. Si se podía evitar, no era afecto a los viajes aéreos. “Vamos en mi auto más tranquilos –me respondió-. Con la plata de los pasajes, me pagás la nafta. Después del partido del jueves, comemos algo en Ferro y salimos…”
Najnudel por entonces era el entrenador de Ferrocarril Oeste. La charla en Bahía Blanca se había acordado para el viernes 29 de octubre de 1982 y la noche antes Ferro enfrentaba a Obras Sanitarias como visitante. El partido tuvo su connotación histórica: Pichi Campana debutó esa vez en Primera División en los aurinegros.
Se cumplió el plan pensado. Ya en marcha en su Renault 18 de color rojizo, León me dice que –pasando Ezeiza- le dieron el dato de que salía un desvío desde la Ruta 3 y se acortaban los habituales 688 kilómetros hasta Bahía Blanca. Adelante íbamos Najnudel, que manejaba, y yo. Atrás, el profesor César David Putallaz, entrerriano-correntino, asistente técnico de León en Ferro, que confeccionó el video alusivo para proyectar.
Tomamos el supuesto desvío y seguimos sin inconvenientes en una noche muy estrellada, mientras comentábamos el reciente partido. Ese trayecto era flamante, pero hubo que frenar de golpe. ¡¡¡Pafff!!! El camino tenía un corte. Nos bajamos para observar, mientras Putallaz seguía durmiendo. Faltaba construir todavía el puente sobre un arroyo con poca agua y muy rocoso en las orillas, pero del otro lado se veía su continuación con el mismo pavimento flamante. Entonces empleamos la lógica: intentar pasar el arroyo por los costados. Ni por la derecha ni por la izquierda fue posible por la topografía excesivamente rocosa. Buscamos como alternativa algún acceso por los caminos de tierra lindantes que nos permitiera retomar la ruta.
Dimos vueltas y más vueltas sin resultado alguno. En esos giros dos carteles de extrañas localidades próximas provocaron nuestra hilaridad por lo raros que nos sonaban: Micheo y Mamaguita. Desahuciados, decidimos estacionar a la vera de uno de esos caminos polvorientos para esperar algún auxilio. En eso estábamos cuando divisamos la luz de un camión que venía avanzando. León se avalanzó hasta el medio haciéndole señas para que parara. Era un enorme camión de esos que transportan ganado. Le consultó al conductor: “¿Vamos bien para Bahía Blanca?” La respuesta señaló lo perdidos que estábamos: “No señor, van en sentido contrario hacia General Alvear…” Por suerte nos indicó cómo salir del laberinto y retomamos el camino correcto.
Con el tiempo, en los años iniciales de la Liga, esta anécdota se hizo conocida y Marcelo Gustavo Milanesio, que sería símbolo y leyenda de la competencia, popularizo la frase “¡¡¡ Menos mal que paró el camión !!!” Porque si seguían perdidos –reflexionaba-, no se hubiera creado la Liga…”
CONTRA VIENTO Y MAREA
También, y lo descontábamos, surgió resistencia que sortear, historias distorsionadas y situaciones ingratas. Hubo que luchar. Mucha gente vio peligrar su “quintita” con el establecimiento de esta idea nueva llamada Liga Nacional que pretendía también democratizar el manejo del básquetbol brindándoles “participación a todos los estamentos”, otro himno clásico de León.
El sábado 8 de junio de 1985 se jugaba un partido de la Primera Nacional “B” (actualmente TNA) en Avellaneda. El llamado de León era una consigna religiosa, infaltable en estos casos: “¿Vamos a Independiente? Te paso a buscar...” El local recibía a su homónimo de Neuquén. “Vamos y después tirame en el Luna Park…”, le aclaré. Más tarde mi coterráneo Lucio “Metralleta” López, campeón argentino invicto de los gallos, correntino de Mercedes, enfrentaba a Gustavo Ballas, ex campeón mundial (le ganaría por abandono en el quinto round) y yo quería ver la pelea.
Fuimos a Avellaneda. Con nosotros vino Iván, el segundo hijo de León, que entonces tenía 3 años y que hoy es jugador de Lanús en el Torneo Nacional de Ascenso. Nos paramos en la tribuna a la derecha de la mesa de control. De entrada el conjunto neuquino sorprendió adueñándose del juego. El equipo teóricamente más débil le estaba ganando al poderoso, como una rápida y pequeña muestra de lo que se venía con la Liga Nacional, al dar oportunidades a todo el mundo.
Enseguida Iván sintió ganas de orinar y le pidió a su padre que lo llevara al baño. “¿No podés esperar a que termine el primer tiempo?”, lo quiso frenar León. No hubo caso y debimos ir hasta el baño. En ese trayecto quedamos más descubiertos y comenzaron a llover insultos sobre nuestras humanidades. La gente del Rojo de Avellaneda, enojada por la derrota inesperada que estaba sufriendo su equipo, comenzó a reaccionar responsabilizándonos del traspié: “¡¡¡Váyanse!!! ¡Salgan de aquí! ¡Qué tienen que meterse con el básquetbol!” Era evidente que algunos sectores metropolitanos se oponían a la Liga Nacional.
El Independiente neuquino ganó 92-88. Tras tenaz búsqueda, el periodista Hernán Gabriel Gil corroboró el resultado. Vimos todo el partido, pero ante el clima hostil recibido debimos pedir custodia policial para no tener inconvenientes y poder salir hasta el estacionamiento que estaba enfrente.
Sábado 26 de marzo de 1983. Al terminar la charla en Formosa, durante el 50º Campeonato Argentino de Básquetbol, se nos acercó el presidente de la Federación de Córdoba, don Carlos Kedikián, y nos dijo: “Esto es indiscutible, incuestionable, irreprochable. No tiene peros… A mí me contaron otra película” Implícitamente estaba diciendo que algunos dirigentes de la Confederación Argentina, opositores a la Liga Nacional, lo desvirtuaban contando lo que no era del verdadero proyecto.
DE ESPALDAS Y CARETAS
Esa charla de Formosa se había pactado formalmente en llevarse a cabo cuando expusimos la idea en la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB) el lunes 10 de enero de 1983.
Concurrimos León Najnudel; Jaime Pérez (titular de ATEBA, llevando el apoyo total de los entrenadores) y el autor de esta nota. En un clima cordial dialogamos con el presidente Gerardo A. Passennheim, el secretario general Carlos E. Fuente y el jefe de la Selección Nacional, Eduardo Osvaldo Piacente. Para aprovechar el inminente 50º Campeonato Argentino a realizarse en Formosa, que cumplía la edición de sus Bodas de Oro, se combinó en efectuar una reunión con todas las delegaciones participantes para explicar y debatir el proyecto. Todos los gastos de León fueron pagados por “El Gráfico”, que auspició conceptual y efectivamente la propuesta. Pero cuando se iba acercando la fecha prevista, sentíamos y veíamos una indiferencia absoluta en la gente de la CABB por la reunión prometida.
Al encarar, saltaron las caretas: “Nosotros no podemos respaldar la reunión porque en la CABB no todos están de acuerdo con la Liga Nacional”. Surgía con claridad que nos daban la espalda. Sin dudar, tomé la decisión de manera inmediata: “No hay problemas, la charla se hace igual organizada por “El Gráfico”. Fue de gran utilidad para nuestra prédica por su contenido esclarecedor frente a representantes de todo el país.
Siempre se vieron fantasmas, pese a que León había sido muy claro, como siempre, cuando estuvimos en la Confederación: “Este movimiento de ninguna manera debe interpretarse como un ataque a la Confederación. Por el contrario, es una actitud de colaboración al servicio del bien común del básquetbol. Yo quiero que la CABB sea la madre de todo esto”.
LEON CORRECTOR
El lanzamiento de la Liga Nacional fue reflejado por la revista “El Gráfico” en su edición del 28 de septiembre de 1982. Era la primera vez que un medio argentino se ocupaba del tema. La nota se tituló “Revolucionar el básquetbol argentino” y abarcaba tres páginas.
La semana anterior se encontraba obviamente aún en pruebas para ser corregidas. Un mediodía estaba comiendo con Héctor Vega Onesime y Ernesto Cherquis Bialo, compañeros de la Redacción, en el restaurante de la avenida Paseo Colón, muy cerca de la Editorial Atlántida, donde acostumbrábamos a almorzar. Sin aviso previo lo veo entrar a León, quien enfiló derecho hacia nuestra mesa. Era así. No podía superar su ansiedad. Quería ver la nota ya, sin esperar a que saliera la revista.
“Comete un postre o tomate un café, y después vamos, y vos corregís las pruebas…”, le dije. Y las corrigió.