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Detroit Pistons, el equipo que marcó una época con sus legendarios Bad Boys y luego con la versión 2004 que derrumbó pronósticos, está de vuelta en la conversación grande de la NBA. Después de años de irrelevancia y de una temporada pasada que rozó lo vergonzoso con 28 derrotas consecutivas, el equipo de JB Bickerstaff se ha convertido en la gran revelación del Este. La victoria sobre los Celtics por 117-97 fue solo la confirmación de un fenómeno en marcha: Detroit suma ocho triunfos al hilo, la racha más larga de la franquicia desde 2008, dando claras chances de evitar el play-in. Con un balance de 33-26, superando en una sola temporada la cantidad de victorias obtenidas en los últimos dos años combinados, los Pistons han cambiado su destino a base de intensidad, defensa y un plan estructurado.

La clave del resurgimiento tiene nombre y apellido: Cade Cunningham. El base, elegido en el primer pick del Draft 2021, finalmente parece haber explotado como la estrella que se proyectaba y lidera a los Pistons con una combinación letal de lectura de juego y decisión en los momentos calientes. Ante Boston, firmó 21 puntos y 11 asistencias, mostrando su dominio con el pick and roll junto a Jalen Duren, otro pilar del nuevo Detroit. Pero la transformación no es solo individual. El fichaje de veteranos como Malik Beasley, Tobias Harris y Tim Hardaway Jr. le ha dado solidez a un equipo que el año pasado se desmoronaba al primer golpe. Beasley, de hecho, fue el gran protagonista ante los Celtics con 26 puntos y 6 triples saliendo desde el banco, demostrando que Detroit ha dejado de ser un equipo verde.

Los números respaldan el momento: los Pistons tienen el mejor rating defensivo de la NBA en sus últimos ocho partidos y se han convertido en una pesadilla en la pintura, donde dominaron a Boston con un aplastante 62-20 en puntos. El crecimiento de Ausar Thompson como especialista defensivo y la intensidad con la que juegan cada noche han devuelto la identidad que hizo de Detroit un equipo temido en la historia de la liga. Si a eso se le suma la química que han logrado construir en tan poco tiempo con Bickerstaff en el banco, el resultado es un equipo que compite con los mejores.

A falta de 23 partidos en la fase regular, los Pistons ya no son una historia simpática de superación, sino una amenaza real para cualquier rival que se cruce en playoffs. Están a solo un juego de Indiana en la lucha por la ventaja de local en primera ronda y, si mantienen este nivel, podrían cerrar la temporada con su mejor porcentaje de victorias en casi dos décadas. El calendario próximo les ofrece otra prueba de fuego: recibirán a Denver Nuggets, en un duelo que será una declaración de intenciones. El resurgir de Detroit no solo es una gran noticia para la franquicia, sino para la NBA en general. Puede que estos Pistons no sean aún los Bad Boys o los héroes de 2004, pero ya son algo que la NBA no veía hace tiempo.

Pablo Catalá / [email protected] 
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