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Uno de los jugadores con una historia con matices de todo tipo es, sin dudas, la de Paul Pierce. La gran figura de Boston Celtics debió sobreponerse a varios inconvenientes en su vida y uno de ellos ocurrió el 25 de noviembre del 2000 cuando se encontraba en un bar de la ciudad del estado de Massachusetts.

Paul tenía en ese entonces apenas 22 años y había concurrido a un boliche privado con Tony Battie. Tras una discusión difícil de esclarecer, Pierce quedó involucrado en el altercado y fue brutalmente agredido: le rompieron una botella en la cabeza y luego lo apuñalaron 11 veces en la cara, cuello y espalda. Battie inmediatamente después que su amigo recibió tamaña golpiza, lo llevó al hospital más cercano.

Battie y el hermano de Paul actuaron rápidamente y permitieron que el alero de los Celtics no se muriera desangrado. Fue hospitalizado e inmediatamente intervenido quirúrgicamente. Por fortuna pudo sortear con éxito los golpes recibidos, se recuperó y volvió a las canchas, esa temporada no se perdió un solo partido de la fase regular demostrando su hambre de gloria, su resiliencia y su poder de superar todos los obstáculos. Fue el único del equipo que jugó todos los juegos y no solo eso, promedió 25.3 puntos, 6.4 rebotes, 3.1 asistencias y 1.7 robos.

Muchos años después, durante la participación en un podcast, Pierce reconoció: “La gente no lo sabe, pero durante dos años estuve llevando dos pistolas siempre conmigo”. Y enseguida agregó: “Estaba paranoico. Las llevaba siempre encima. No podía estar en aglomeraciones de gente y no podía dormir. Necesité que la Policía estuviera vigilando mi casa 24 horas al día durante mucho tiempo”.