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NBA

LeBron James y su implacable camino hacia la grandeza

10:12 16/11/2020 | El alero de Los Ángeles Lakers fue escrutado por la TV y los analistas incluso desde antes de su llegada a la NBA. Repasamos ese camino.

LeBron James en el secundario. (Foto: Getty Images)

Algunos deportistas son tan espectaculares que terminamos por normalizarlos. Nos acostumbramos a la magnificencia que exhiben cada una de sus acciones y, por momentos, olvidamos lo que hicieron para llegar a lo más alto. Tal vez, LeBron James sea el caso más representativo de todos. Como nunca antes en la historia del deporte, su vida se transformó en un reality show desde que el mundo notó que era un prodigio. Sin embargo, aquel niño devenido en estrella jamás dio un paso en falso y logró convertir la excelencia en algo cotidiano. Ese joven que soñaba con ser el mejor e hizo lo que fuera necesario para serlo es el protagonista de una historia única.

Nació el 30 de diciembre de 1984 en Akron, Ohio. Lo hizo, curiosamente, en el mismo hospital en el que cuatro años más tarde nacería un tal Steph Curry. Pero esa es otra historia. Es hijo de Gloria James y de Anthony McClelland, un muchacho con un extenso prontuario criminal. Pero lo cierto es que el pequeño LeBron jamás conoció a su padre biológico: "Nunca tuve una relación con él y, como niño, eso siempre me frustraba. Estaba enojado con mi padre por no estar conmigo. Ahora, ya como un hombre maduro, lo pienso y creo que no debí enojarme tanto. Yo no sabía por lo que estaba pasando mi padre en ese momento. Crecer me dio otra perspectiva", declaró en una entrevista para ESPN durante 2011.

Esos comienzos fueron más que duros para Gloria y su hijo. Ella tenía apenas 16 años cuando este nació y llegaron a mudarse hasta once veces en un par de meses. Trabajaba a tiempo completo para poder mantenerlo y, mientras su madre no estaba en casa, aquel niño sufría su ausencia. Se sentía aterrado. Pensaba que no iba a volver y que se quedaría completamente solo. También se enfadaba por lo que veía en la TV: quería tener todas esas cosas lujosas y sabía que su situación económica no lo permitía, pero no podía terminar de entenderlo. Mientras observaba a los atletas deportivos, soñaba con ser como ellos. No sólo para estar en ese lugar, sino también para ser capaz de ayudar a su familia.

A los diez años, se mudaron a un apartamento en SpringHills y la vida de LeBron se estabilizó. Comenzó a pensar en cosas de alguien de su edad y dejó de ocupar su mente con problemas de mayores. Fue el momento en el que pudo dedicarle más tiempo a su gran amor: el básquet. Un amor que había comenzado tiempo atrás, cuando el pequeño se relacionó por primera vez con el deporte de una forma muy particular: "Empecé a jugar con una caja clavada a un poste de luz. No tenía tablero, así que todos los tiros tenían que ir adentro de forma directa o no ibas a poder encestar."

Empezó a jugar al básquet organizado en quinto grado y junto a sus amigos Sian Cotton, Dru Joyce III y Willie McGee conformaron un grupo que llamaron los “Fab Four”. Decidieron participar del torneo nacional de la AAU, con el padre de Joyce como entrenador. Ese equipo, que se llamó los Ohio Shootings Stars, hizo lo posible para poder financiar el viaje al campeonato disputado en Orlando. Ventas, comidas y cualquier tipo de evento. Finalmente viajaron y, para sorpresa de todos, llegaron a la final del torneo. Sin embargo, LeBron falló el tiro final y se quedaron sin el título. Eso hizo que se prometieran ir juntos al secundario. Y así fue: los cuatro se enlistaron en el Saint Vincent-Saint Mary’s High School, una institución católica en la que la gran mayoría de los estudiantes eran blancos.

En su primer curso, LeBron promedió 21 puntos y seis rebotes por partido. Los Irish cerraron la temporada invictos, con un total de 27 victorias y el título estatal de la División III en sus manos. Durante la campaña siguiente, James cambió su dorsal del 32 al 23. ¿La razón? Una bastante obvia. Desde que tiene uso de razón, su faro deportivo ha sido Michael Jordan. Se vestía como él. Intentaba sus tiros. Sacaba la lengua. La leyenda de los Chicago Bulls era, para un chico de Akron que buscaba magia en una realidad muy cruda, algo similar a un oasis en el medio del desierto.

LeBron era definitivamente el mejor jugador de secundario en el país. Su popularidad hacía que Saint Vincent-Saint Mary jugara todos sus partidos a cancha llena. Nadie quería perderse a aquel adolescente que en su año sophomore promedió 25 puntos, 7 rebotes, casi 6 asistencias y 3,8 robos por juego. Ningún cazatalento quería quedar afuera de los encuentros del equipo que ostentó un récord de 26 triunfos y sólo una caída y volvió a proclamarse campeón estatal. Él y los Fighting Irish eran un auténtico show. Pero, aunque ya era toda una celebridad, el prodigio de Akron siempre tuvo a su equipo como prioridad número uno: "Tan solo quiero jugar mi juego. Puedo hacer muchas cosas para que mis compañeros ganen y eso es lo que trato de hacer", soltaba por aquellos tiempos.

Ya en su campaña junior, James mantuvo todas sus estadísticas y lideró a Saint Vincent-Saint Mary hacia una final nacional. Pero, esta vez, fueron derrotados por Roger Bacon. Consideró hacer una petición para cambiar el reglamento de la NBA y de esa manera declararse para el Draft de 2002. Finalmente no lo hizo y las reglas se mantuvieron: debía esperar hasta que su clase se graduara para entrar a la liga. Para ese entonces, ya era el atleta juvenil más buscado de los Estados Unidos. Y, en su temporada senior, todo lo que le sucediera tanto dentro como fuera de la cancha iba a tener repercusión mediática. Su presencia llenó un estadio de diez mil personas cuando se enfrentaron a Oak Hill, escuela que tenía entre sus integrantes a Carmelo Anthony. Saint Vincent logró el primer puesto del ranking nacional y todos hablaban de LeBron, incluso las principales estrellas de la NBA. Entre ellas, Kobe Bryant, Shaquille O'Neal y el propio Jordan.

Pero la fama es un arma de doble filo. Y muchos comenzaron a hacer lo posible para tumbarlo: por su cumpleaños número 18, su madre le regaló una camioneta Hummer de 50.000 dólares. Muchos comenzaron a preguntarse cómo una familia que poco tiempo atrás apenas podía sobrevivir era capaz de darse esos lujos. La Asociación Atlética de Secundarias lo interperló, pero las cosas se aclararon y pudo seguir jugando. Sin embargo, otra polémica salió a la luz. También a modo de regalo, LeBron había recibido dos camisetas por parte de una tienda de Ohio y decidieron suspenderlo durante el resto del curso. Finalmente, el ya proclamado The Chosen One por la revista Sports Illustrated llevó a la justicia el caso y le revocaron la sanción. En su partido de vuelta, anotó 52 puntos.

Los Fighting Irish se consagraron campeones de la División II y para él no hubo vuelta atrás. El básquet universitario se perdió a una joya, pero lo cierto es que aquel joven Rey con el 23 en la espalda ya estaba listo para la liga que sería su reino durante los próximos años: la NBA. Su carrera, por muy disparatado que suene, es mucho más que una de las mejores de todos los tiempos. Es, lisa y llanamente, un ejemplo de superación. No todos los niños podrán ser como LeBron James, pero sí podrán adoptar su enseñanza y darlo todo en cualquier ámbito de la vida. Después de todo, un rey no necesita corona para saber que lo es.

Leandro Carranza | [email protected]
En Twitter: @basquetplus | En Twitter: @leocarranza99

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