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La Generación Dorada del baloncesto argentino ha dejado una huella imborrable en la historia del deporte, destacándose no solo por sus triunfos, sino también por su habilidad para amargar a los anfitriones en competiciones internacionales. Desde sus inicios, el equipo, liderado por figuras emblemáticas como Manu Ginóbili, Luis Scola y Andrés Nocioni, ha demostrado una notable capacidad para superar la presión de jugar en casa de sus rivales. Victorias memorables, como la que lograron ante Brasil en los Juegos Olímpicos de Río 2016, donde se impusieron en un emocionante partido que terminó 111-107, son solo un ejemplo del temple y la determinación que caracteriza a este equipo.

A lo largo de los años, la Generación Dorada ha acumulado una serie de victorias sobre equipos locales en torneos cruciales. En el Torneo de las Américas 2015, Argentina venció a México 78-70, asegurando su lugar en la final, mientras que en 2013, en Caracas, lograron superar a Venezuela 77-71, garantizando su clasificación al Mundial de 2014. Estos triunfos no solo reflejan la calidad técnica de los jugadores, sino también su capacidad para mantener la calma y ejecutar jugadas decisivas en momentos críticos, desatando la euforia entre los aficionados argentinos y silenciando a las multitudes rivales.

Uno de los momentos más icónicos de la Generación Dorada se produjo en el Mundial de 2002, cuando Argentina sorprendió al mundo al derrotar a Estados Unidos, el equipo anfitrión, por 87-80. Esa gue la gran antesala del paso mayor y más tenso que se daría en 2004. En el juego más complicado, los cuartos ante Grecia, un partido trabadísimo que se tiñó de albiceleste en el hostil estadio griego un triunfo de carácter 69-64.