Iris Junio, 22 años y un retiro cargado de angustia y depresiones
10:43 01/03/2022 | La española es la más joven en debutar en la liga de su país, incluso por encima de Ricky Rubio. Fue campeona europea dos veces y jugó dos Mundiales.
Iris Junio Mbulito, nació en Las Palmas de Gran Canaria en marzo de 1999. Si bien su nombre tiene un origen español, su apellido y su aspecto dan cuenta de su origen: es hija de una africana. Su madre también fue jugadora de básquet, Purificación Mbulito, había llegado desde su Guinea Ecuatorial y se destacó en España, llegando, incluso, a debutar en la selección absoluta.
Las condiciones físicas propias de la raza negra comenzaron a hacer destacar a la joven Iris, que desde muy pequeña comenzó a mamar la pasión por el básquet. Rápidamente comenzó a destacarse y su nombre estaba en boca de todos. Gran Canaria, club de su ciudad natal, tanto en varones como en mujeres, tiene una gran cantera y allí se desarrolló.
Hizo su estreno en la máxima categoría de su país a principios de octubre de 2013, con apenas 14 años, seis meses y 17 días, convirtiéndose así en la jugadora más joven en hacerlo. Pero no solo eso, también pulverizó el récord de Ricky Rubio como el jugador más chico en hacer su estreno, el base tenía 14 años y 11 meses cuando apareció por primera vez con el Joventut. Dentro del sexo femenino, quien ostentaba la marca anterior era Julia Melina, quien en 2005 debutó con 14 años y 10 meses.
Ese mismo 2013, con algunos años de ventaja, Iris integró por primera vez un seleccionado español y fueron campeonas del Europeo U16. Al año siguiente jugó su primer Mundial, el U17 disputado en República Checa, en el cual cayeron en la final ante Estados Unidos por 77-75. En 2017 jugaría su segundo Mundial, el U19 en Italia que tuvo a las españolas ocupando la octava posición. En 2018 fue elegida MVP del Europeo U20, encabezando al seleccionado de su país a obtener la medalla de oro.
Actualmente se encontraba jugando en la NCAA para Arizona pero hace algunos días anunció su retiro del básquet. “Todo iba muy bien porque empecé a jugar con la selección española cuando cumplí 13 años. Pero por desgracia sufrí mi primera lesión cuando tenía 15. Me lesioné entrenando, básicamente se me fue la rodilla y sufrí una rotura del ligamento cruzado anterior (LCA). Fue una lesión bastante dura que sufrí cuando era pequeña, justo cuando estaba en mi mejor momento baloncestístico”, comenzó su relato.
“El primer error que cometí respecto a mi rodilla, que yo recuerde en este momento, fue el no esperar a que el médico me diera el alta y que me diese permiso para volver a jugar. Me sentía lo suficientemente bien y decidí jugar. Creo que mi amor por el baloncesto era tan grande no pude esperar a recuperarme antes de volver. Debido a mi decisión, 7 meses después de la operación volví a jugar al baloncesto. En el primer partido, en la primera entrada a canasta, se me volvió a ir la misma rodilla otra vez, por lo que necesité otra operación en la rodilla”, agregó posteriormente.
En su llegada a Estados Unidos, además de los problemas físicos que acarreaba, se le sumaron problemas psicológicos y así lo contó: “Mi segundo año en Estados Unidos fue probablemente uno de los peores años de mi vida. Empecé a tener ansiedad todos los días en el entrenamiento. No podía pensar en baloncesto sin sentirme agobiada o con ansiedad. Cuando me levantaba y pensaba en baloncesto me daba ansiedad. Me iba a la cama pensando en baloncesto del día siguiente y me daba ansiedad. Tenía tanta ansiedad que me costaba dormir. Me perdía casi la mitad del entrenamiento porque estaba fuera con mi fisio, llorando, intentando no entrenar sinceramente”.
Luego prosiguió. “Con el médico del equipo descubrí la depresión y empecé a ir al psicólogo, que me empezó a hacer preguntas sobre el por qué estaba llorando, qué me pasaba. Después fue cuando empecé a ir a terapia. Sinceramente, me ayudó mucho. Tenía terapia 2 veces a la semana, durante 1 hora, y había momentos en los que sólo lloraba. Era complicado tener conversaciones con personas y me hacían las típicas preguntas: '¿por qué lloras?', '¿estás bien?', '¿por qué estás depresiva?', todo eso… Fue duro. Empecé a tomar medicación para la depresión cuando todavía seguía yendo a clase y jugando al baloncesto y la verdad es que no recuerdo mucho mi segundo año porque mi cerebro borró todos los momentos traumáticos que pasé. Nunca había tenido depresión y no sabía lo que era estar deprimida porque nunca había estado con alguien que lo hubiera pasado”.
Nunca se pudo curar, pese a lo que ella mismo pensaba, “En mi tercer año todavía no me sentía al 100% emocionalmente. No sabía qué me pasaba pero no era yo misma. Básicamente no me importaba nada. No me importaba el baloncesto. No quería entrenar, no me importaba jugar o no. No me importaba si ganábamos o perdíamos. Pero no quería tener estos sentimientos a propósito. Creo que todavía tenía depresión y así era como estaba reaccionando. Después de haber sufrido ansiedad y depresión durante bastante tiempo, me di cuenta y aprendí que tengo que cuidar de mí misma”.
Por último, contó: “No dije nada pero una de las razones por las decidí dejar el baloncesto también fue porque tuve tres operaciones, una después de otra, cuando estaba en EEUU. Mi primer año me hice daño en la rodilla, la misma rodilla. Tuve que operarme de la rodilla, pero esta vez no fue cruzado, fue menisco. Por lo tanto me tuve que operar del menisco después de la temporada. En mi segundo año, cuando terminó la temporada, estaba pasando el rato con mis compañeras de piso patinando y me caí sobre mi propia pierna. Me fracturé el peroné y me rompí 3 ligamentos en el tobillo. No podía caminar, no podía hacer nada, fui a urgencias y tres días después me operaron del tobillo. Fue considerada una operación de urgencia. Recuperarme de esa operación fue bastante duro porque mi tobillo no volvió a ser igual y al ser el tobillo opuesto a mi rodilla me era difícil compensar el peso de mi cuerpo. En mi tercer año se me salió el hombro y me tuve que operar después de la temporada desafortunadamente. Fueron tres cirugías consecutivas. No tenía energía o fuerza para otras cosas por desgracia. Hubo muchos entrenamientos en los que lloré porque no sabía que más podía hacer”.
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