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La historia de los jugadores nacionalizados en los seleccionados de los distintos países es algo que sucede hace mucho tiempo. Por lo general, jugadores que son de países con poca tradición de básquet o que tienen seleccionados débiles que no pueden competir, buscan jugar para otros países. O, en casos, jugadores que sus selecciones tienen muchos aspirantes, buscan otras alternativas.

España es uno de los países que mayor cantidad de jugadores nacionalizó durante los últimos años. Si bien la gran mayoría provienen de África a través de las islas y por el plan que tienen los españoles para sumar a los niños africanos a sus canteras, en ocasiones hay de otros países, como fue el caso del estadounidense Lorenzo Brown.

Hubo un caso de un jugador europeo que los propios españoles quisieron nacionalizar, pero la familia del joven se opuso. Es, ni más ni menos que Domantas Sabonis. El lituano estuvo en su etapa formativa en Málaga luego de nacer en Oregon cuando su padre, el gran Arvydas, competía en la NBA. En la última temporada de su padre, en 2003, se mudaron a España y sus hijos empezaron a jugar en dicha ciudad, en el Unicaja.

Domantas recordó, durante su presencia en el podcast de Adrian Wojnarowski, un hecho que vivió en ese momento y fue cuando España quiso reclutarlo para representar a dicho país. “Cuando tenía 14 años, había una concentración. Intentaron convencernos: ‘Es sólo una concentración, ven aquí’, pero mi padre lo descartó rápidamente. Él dijo: ‘No, no, vendrás a Lituania este verano’”, expresó el actual jugador de Sacramento en la NBA.

Igualmente, Domantas destacó la importancia que tuvo España en su etapa formativa antes de irse a la universidad de Gonzaga: “Definitivamente aprendimos y desarrollamos habilidades integrales mientras crecíamos en ese sistema español. Esos años en los que crecí, esos años de adolescencia, diría que los más importantes”.

Por último, Sabonis hizo mención al significado y la importancia de haber jugado con la selección de Lituania: “No hay nada como jugar para tu país, especialmente para Lituania. El baloncesto es como una religión aquí. Simplemente estando en esos equipos cada verano, la sensación que tienes no se puede comparar con ningún otro partido. Con esos colores de la bandera en ti, cada año hay un grupo especial de muchachos, no importa quién esté. Construyes este vínculo que definitivamente se traduce en la cancha”.