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NBA 2017/18

Warriors bicampeones: los porqués del 4-0

19:14 09/06/2018 | Repasamos los puntos claves que hicieron que Golden State alcance su tercer título en cuatro años, tras vencer nuevamente a Cleveland.

Apelar a la épica y a los milagros, a las películas de superhéroes y sus hazañas está muy bien, queda perfecto para una novela, pero esto es baloncesto profesional. El mejor del mundo. Y existen razones más que claras para entender la dinastía de los Warriors, así como la impotencia de las huestes del ‘Rey’ James.

La belleza de lo imposible reside en el anhelo de todos nosotros. Y puede lograrse, pero siempre, sin discusión, han de trabajarse a fondo los factores que puedan llevarte a esa meta utópica. Cuando David tumbó a Goliat no era su primera vez utilizando una honda, qué va, ni mucho menos. Para algo así hacen falta incontables horas de práctica y corazón. Por eso, y ya tácticamente hablando, pueden resumirse en varios aspectos cruciales las cuatro victorias definitivas de las tropas de Kerr, Curry, Durant, Thompson y Green sobre los ‘no suficientemente trabajados’ Cavs. 

Palabras que se lleva el viento

En Cleveland la gente rural, obrera, aprieta mucho y llenan el ambiente de deseo desde el inicio, acompañados de una presentación eufórica que transmite sus arraigados valores a ritmo de Phil Collins y Carmina Burana… Pero el ‘Whatever it takes’ (‘Cuanto haga falta’) se ha quedado más en las pesquisas y pósters que en la cancha. Algo en los primeros cuartos, pero después, ante la ausencia de jugadas de raza que enerven al respetable, la pasión se aplaca ante el poderío rival como lo hace el hielo en ese whisky que busca el olvido. Mucho mensaje, pero poca sustancia. Una sustancia que no existe sin trabajo previo.

Sin base no hay paraíso

No los hay en pista por parte de los Cavs. El director de juego es LeBron, que la tiene que subir, distribuir, llevar hasta el aro, meterla y, sino, coger el rebote de ataque para volver a intentarlo. Sus continuos posteos de espaldas desde la línea de tres puntos a 45 grados han sido constantes, consumiendo el movimiento de balón y ralentizando el ritmo. El movimiento de balón se hacía muy básico para un rival tan polivalente atrás como letal adelante. George Hill tuvo que ejercer de falso escolta con resultados decepcionantes. Fuera de juego. Pudo funcionar para los Bulls de Jordan con Paxon y Kerr en sus determinadas épocas, pero aquí no estaba el triángulo ofensivo de Phil Jackson para cuadrarlo todo.  

¿Entrenador o maniquí?

Cuando no está trabajado el sistema de cambios defensivos automáticos tras cada bloqueo rival, sin defensas alternativas como una zona o alguna trampa táctica al uso (‘caja y uno’ cuando sólo uno del ‘Big Three’ de los Warriors está en pista), ni un sistema de presión para robar la posesión cuando estás abajo en el marcador… Quizá lo que te pase es que no tengas ‘coach’, o que el que está sentado en esa silla no de la talla. A Tyronne Lue se le ha visto desconectado, desbordado y falto de ideas. A merced de los designios del ‘Rey’. Cierto que ese modus operandi les llevó hasta las Finales pero ¿las habrían jugado de haber participado en los play offs del Oeste? La ausencia de transiciones rápidas (cuando tu juego de 5x5 deja mucho que desear) con LeBron al bote en lugar de finalizando les han penalizado mucho. Sólo los ‘coast to coast’ de James les han dado aire, con el desgaste que eso conlleva.

Échales un galgo

No los puedes perseguir eternamente, pero si quieres ganarle debes intentarlo. El equipo de Steve Kerr corre, corre y luego corre. De lado a lado de las dos zonas de 45 grados de amenaza, con cortes y pantallas constantes, bloqueos y carretones (varios ‘picks’ enlazados) agotadores… Que conducen al movimiento interminable tanto del balón como de los individuos. Con sus infalibles anotadores haciendo de la finta de tiro un modo de vida, cada gesto en ataque de estos Warriors es peligroso, posee un fin dañino. Mucho más de lo que la endeble defensa de los Cavaliers podían digerir. 

Para colmo, en contra de lo que les ocurrió ante los Rockets, los chicos de la bahía de Oakland no se han encontrado en ningún momento con alguien en la pintura rival capaz de hacerles cambiar los tiros o molestar sus puntos en la pintura (maestros a la hora de atacarla gracias a las ventajas de sus continuaciones o puertas atrás). Lo hizo Capela con Houston, pero lo de Tristan Thompson y su aberrante contrato es una broma de mal gusto.

Rotaciones cortas, pasiones diferenciales

Se ha hablado poco en estas Finales de la desaparición, vital según nuestra opinión, de Kyle Korver. El tirador más letal de unos Cavs que ha pasado de promediar cerca de 10 puntos por partido en la temporada regular a meter seis tantos totales en el 4-0 de la serie. Le necesitaban como el comer y no apareció. Mientras que a otros como Rodney Hood los condenó su propio entrenador a un ostracismo sin sentido: 15 puntos en el Game 3 y 10 en el último día tras no haber jugado en el Game 1 y haber pisado la pista cuatro minutos en el segundo envite. Inexplicable para un anotador que resultaba muy sólido a las órdenes de Quin Snyder en los Jazz. Sumemos a ello que los problemas personales de Jordan Clarkson no le ayudaron a tener un rol en la serie… Y la rotación de la plantilla quedaba minimizada al extremo. Una vez más, la gestión de Lue fue muy reprobable.  

Y cerraremos por donde hemos empezado. Por el empuje, por la pasión, por el tener más ganas que el rival de alcanzar la gloria. Estudien la comparación en el puesto de ala-pívot. Un reflejo de la serie. Draymond Green vs Kevin Love. Un Love, todo sea dicho, mucho mejor de lo esperado en ataque. Y un Green mucho menos determinante anotando de lo que se aventuraba. Sin embargo, en deseo, en espíritu, en hambre… Nunca hubo color. Unido a las razones tácticas/técnicas ya desmenuzadas, los porqués del 4-0 son evidentes.

 

Alejandro Gómez (enviado especial a Cleveland)

 

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