Los argentinos y la NBA: historia de un sueño
17:27 25/05/2020 | La chance real de jugar en la NBA para los argentinos tiene relativamente poca antigüedad. Hasta este siglo, fue un objetivo inalcanzable. Luego cambió y hoy estamos otra vez en una posición expectante.
NBA y Argentina fueron antónimos hasta este siglo. O casi. Salvo por la recordada oferta que los Minneapolis Lakers le hicieron a Oscar Furlong después de los Juegos Olímpicos de 1948, no hubo nada que acercara a las dos palabras por 40 años. Hasta 1988. Ese fue el primer idilio, aprovechando la apertura que la NBA estaba organizando desde el arribo de David Stern como comisionado, buscando su globalización.
En 1988, dos argentinos llamaron la atención de la máxima competencia: Jorge González y Hernán Montenegro. Uno por sus llamativos 2.30 metros en un cuerpo bastante bien armado, y el otro por su enorme talento, metido en un cuerpo de 207 centímetros de manera excepcional. Montenegro, de hecho, hizo un intento por jugar en la Universidad de LSU, pero entre que no daban becas, él ya estaba casado y tenía una hija, se le complicó demasiado. Encima se lesionó un tobillo. En LSU, un par de años después, aterrizaría el mejor jugador de la historia del colegio: un tal Shaquille O'Neal.
La cuestión es que ambos fueron elegidos en el draft de 1988 y ahí arrancó esta historia que empezó a entrelazar a la Argentina con la NBA. Sin embargo, faltaban muchos años para que el sueño de tener un argentino allí se concretara. Montenegro rechazó un contrato mínimo ese año para irse a jugar por más dinero a Italia. Fue la primera oportunidad real, porque González fue trasladado desde los Hawks a una compañía de lucha libre que acabó con su futuro como deportista.
En 1991 hubo otro momento histórico en este proceso: Pichi Campana, el mejor jugador argentino de ese momento, recibió la invitación de New Jersey Nets para tener una prueba, producto de las buenas relaciones que tenía en aquella zona Orlando Salvestrini, el dirigente de Boca Juniors. Pichi fue sin saber hablar inglés, se encontró con un mundo nuevo, egoísta, donde los que se probaban querían lucirse, y no pudo destacarse. Si Campana no podía ir a la NBA, ¿quién iba a poder?
Pasó bastante tiempo, pero claramente el indicado para romper la barrera era Marcelo Nicola. Tenía todo para jugar en la NBA: talla, talento, versatilidad, hablaba inglés y jugaba en Europa, un sitio mejor visto por los equipos NBA. Nicola fue drafteado por Houston Rockets en 1993, pero nunca siquiera lo probó. Luego lo traspasó a Portland en el canje que terminó con Drexler en los Rockets, y ahí sí se entrenó, pero como estaba con contrato en Europa no pudo aceptar la oferta que le hicieron. A seguir esperando.
La siguiente gran posibiidad iba a ser Fabricio Oberto. Fabricio estaba obsesionado con ir a la NBA y, tras su primer año en Olympiacos de Grecia (1999), renunció a los torneos de la selección para ir a una liga de verano a probar con los Knicks. La experiencia fue un fiasco, nunca lo probaron y Oberto quedó golpeadísimo. Tendría revancha, y de las grandes, años después.
El tiempo pasaba y no ocurría nada con los argentinos, hasta que con el cambio de siglo se hizo la luz. Pepe Sánchez se había posicionado muy bien para llegar a la NBA a partir de 4 muy buenas temporadas en la Universidad de Temple y, si bien no había sido elegido en el draft, los Sixers lo conocían, ya que estaban en la misma ciudad de la Universidad. A fines de ese 2000, en octubre, el milagro ocurrió, y por partida doble. ¿La otra? Inesperadísima. Seattle Supersonics fichaban a Rubén Wolkowyski directamente desde la Liga, donde jugaba para Estudiantes de Olavarría, y los Sixers hacían lo propio con Pepe.
El 31 de octubre de 2000 se acabó la espera. Por una diferencia de minutos, Pepe debutó antes que Wolkowyski. Sánchez lo hiizo nada menos que en el Madison Square Garden ante los Knicks y, gracias a la enorme ventaja (101-72 ganaron los Sixers), estuvo 2m28s en cancha y se dio el gusto de meter sus primeras dos asistencias. Un rato después, en Vancouver, Wolkowyski tendría 11m47s en el campo, tomando 2 rebotes, pero fallando sus 4 tiros al cesto. Y con derrota, 88-94. Igual eso era lo que menos importaba. Se había roto un maleficio histórico.
Pepe y el Colo tuvieron una carrera irregular en la NBA y partieron a Europa, por lo que en la 2001/02 no hubo argentinos en la competencia. Entonces llegó el 2002, que para el básquetbol argentino es un antes y un después, también su relación con la NBA. Antes del Mundial de Indianápolis, San Antonio había fichado a Manu Ginóbili, drafteado 3 años antes por la franquicia, sin tener idea (Manu tampoco), la injerencia que un argentino tendría en esa franquicia.
Con la llegada de Manu, lo que vino posteriormente fue un tsunami. Ginóbili salió campeón en su primer año jugando mucho, volvieron Pepe y Wolkowyski, por lo que hubo 3 argentinos ese año, en 2004 Argentina salió campeón olímpico y Chapu Nocioni se sumó a los Bulls y Delfino a Detroit, y así empezó la escalada.
En 2005/06, con el fichaje de Oberto por los Spurs, se rompió otra marca: 4 argentinos en la NBA. Pero eso se estiraría a 5 en 2006/07 (por Herrmann) y a 6 en la 2007/08 (por Scola). Luego hubo varios años con 5 (2008-2011), 2 con 4 (2011-2013), incluyendo la llegada de Pablo Prigioni con 35 años, 3 con 3 (2013-2016), un repunte en la 2016/17 por los pasos momentáneos de Lapro y Garino, más Brussino, y la 2017/18 que marcó la última campaña con argentinos, 2: Manu y Nico Brussino.
En esta dos últimas no hubo ninguno, pero hoy asoman varios con chances, renovando aquella sensación de los 90 de ansiedad por ver si se podrá, o quién será. Facu Campazzo pica en punta, con 3 interesados, pero Luca Vildoza no está lejos, con una franquicia importante que lo quiere ya. Y, agazapados, están Gaby Deck, el propio Brussino y dos pibes que, tarde o temprano, es muy probable que lleguen: Leandro Bolmaro y Francisco Cáffaro.
Hoy parece natural que se aspire a llegar a la NBA, pero fueron décadas de frustraciones y de ver de lejos, con la ñata contra el vidrio, un show y una competencia a la que no estábamos invitados. Los dos años sin representantes nos hicieron retroceder algunos casilleros, pero fueron para tomar envión. Volveremos.
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