Sandra Ibarra es la jugadora más grande en toda la competencia. “Es muy emocionante”, confesó quien a sus 47 años se calzó la camiseta de Ameghino para poder vivir una experiencia totalmente diferente a la que le tocó en su época de esplendor, cuando el desarrollo de básquet femenino era años luz más precario.
“Juego desde los 9 años, siempre estuve en Capital Federal, pasé por muchos equipos, por Selección Nacional donde estuve casi 10 años con experiencias internacionales, y nunca dejé de jugar en sí, pero sí a nivel profesional”, se presentó previo a una práctica más en la Leonera de Villa María.
Llegó a esta ciudad hace dos años. Su hermana, Valeria, quien con 39 años también integra el equipo que dirige Sebastián Sucarrat, la invitó por ese entonces a jugar el torneo local. “De ahí pasamos al Provincial y este año querían jugar la Liga Femenina, fue todo muy rápido y me generó muchas dudas”, confió.
Sandra Empezó su carrera en Atlanta, pasó por Santos Lugares, Platense, Sunderland, Argentinos Juniors y terminó su periplo profesional en Vélez. En el medio, vistió la casaca de la selección Argentina y hasta se dio el gusto de ser Campeona Sudamericana U17. Dueña de una mano envidiable, tiradora temible cuyos atributos le pasó a su hijo Maximiliano Tamburini, que jugó la última Liga Argentina en el León.
Más allá de toda esa experiencia “tenía muchas dudas” porque “realmente no sabía si iba a poder, pero sí tenía todas las ganas”.
Su familia fue fundamental para tomar la decisión, como también sus compañeras de trabajo y la gente de Ciclista de Junín, quienes le permitieron entrenar con quien sea y cuando pudiera. “Me preparé mucho en el verano, hice un trabajo intensivo que me mandaron los profes y traté de cumplirlo a rajatabla, con dieta todo incluido, y después vine a entrenar a medirme para ver cómo me sentía y ver si podía aportarle algo al equipo”, remarcó.
En los cuatro partidos que lleva disputado, ya demostró que su muñeca sigue intacta y que sigue siendo un peligro parada desde el perímetro para cualquier defensa.
“Yo entiendo mis limitaciones propias de la edad, pero también estoy segura que puedo aportarle cosas al equipo y esa es la idea. Dentro de la cancha pretendo que la edad no se note. Mis objetivos son poder sumarle al equipo lo que necesitan, que por ahí tiene que ver con el lanzamiento, con el gol, y después aportar con pequeños objetivos que me pongo en la cancha para sumarle al equipo, dentro y fuera de la cancha”, explicó.
Sobre su alta efectividad en tiros de tres puntos, bromeó: “’¡Ojalá solo fuera tirar! Pero hay que defender y soy consiente de que hoy el juego es mucho más físico que antes. Me tengo que preparar para eso, para el momento en que el entrenador me necesite, tratar de dar el máximo”.
Todo cambió
“Obviamente que antes no había tantas cosas como ahora”, afirmó Sandra, que suma 13 puntos en 32 minutos en cancha. “Ya con la entrada en calor te das cuenta que todo es super profesional y para mi es muy emocionante porque el básquet es una pasión, es parte de mi vida, así lo entiende mi familia también y es por eso que puedo estar acá”, agradeció.
Finalmente, Sandra reflexionó y dejó un valioso mensaje: “Esto que es como un regalo y sirve como para terminar mi carrera. Vivo en Junín y tuve que tomar licencia en el trabajo, donde también me apoyaron mucho. Fue muy emocionante.
Pero yo no hablo de sacrificios, hablo de un esfuerzo, porque sacrificio es otra cosa. Yo hago algo que amo y que me gusta, eso no es sacrificio”.