Felices 44 Toro: el día que le metió siete puntos al Dream Team en 2002
12:24 13/01/2020 | Palladino consiguió siete puntos, un rebote, un robo y una tapa durante los nueve minutos que estuvo en cancha. El resultado final fue 87-80.
Argentina llegaba a la cita tras cinco sólidas victorias en donde había derrotado a distintos rivales de todo el mundo. Estados Unidos tenía en sus filas a talentos como Tim Duncan, Ben Wallace, Paul Pierce y Allen Iverson, entre otros. El partido, a priori, parecía imposible, pero Leandro Palladino y los suyos pasaban por un momento, algunos que muchos reconocen fue el mejor en cuanto al básquet desplegado por la Generación Dorada.
El silbato sonó y el reloj arrancó. A base de exhaustivas defensas y excelentes ofensivas, el conjunto de Rubén Magnano dominó los tiempos y entendió cómo y de qué manera controlar el partido. Ataques colectivos, series de pases, rotaciones y una actitud que representaba la furia de Alecto, Tisífone y Megara en su máxima expresión. El resultado en el tablero electrónico marcaba 53-37 y los norteamericanos estaban frustrados e inmersos en su propia frustración.
Sin embargo, los del norte no se iban a ir sin pelear y así fue que a base de puntos a mansalva lograron achicar la brecha para quedar abajo por apenas seis (66-60). En ese momento, la estirpe argentina salió a luz y comenzó a conocer la superficie a través des las miradas de Emanuel Ginóbili, Luis Scola y Fabricio Oberto, quienes le permitieron a los suyos conservar la ventaja y conseguir un triunfo tan histórico como atípico por donde se lo mire (87-80).
Luego del encuentro, los jugadores se abrazaron y festejaron hasta quedar afónicos, atónitos y desaforados. Habían derrotado al mejor seleccionado del mundo, aquel que tenía en sus filas a jugadores que el resto miraba por televisión. En ese aluvión estuvo Leandro Palladino, quien estampó su marca en los libros de la historia dorada de Argentina con siete puntos, un rebote, un robo y una tapa en nueve minutos en cancha.
Después del golpe a Estados Unidos, los celestes y blancos continuaron su andar en el Mundial de Indianapolis y batieron a Brasil en cuarto y a Alemania en las semifinales. Finalmente, en la final cayeron ante Yugoslavia en una de los finales más cerrados y polémicos de la historia de la competencia, en donde los árbitros no cobraron una falta a Hugo Sconochini en los últimos segundos del tiempo regular. Con el partido en tablas tras finalizar los 40 minutos reglamentarios, los balcánicos dominaron al seleccionado nacional en la prórroga y se coronaron campeones del torneo internacional.
Ese partido y ese campeonato en Indianapolis 2002 sentarían las bases de lo que sería la época más gloriosa de Argentina y sellarían una filosofía de juego, actitud y personalidad que quedaría establecida hasta el día de hoy. Leandro Palladino fue uno de los testigos de la actuación argentina y su carrera seguiría por muchos años hasta que confirmó su retiro y se convirtió en leyenda, dejando un legado de títulos y condecoraciones, pero, más importante aún, el estatus de ser una buena persona y compañero.
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