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Balance 2016

El retiro de Manu y Chapu de Argentina, la marca del 2016

16:57 30/12/2016 | La selección argentina ha vivido un año bisagra de su historia en este 2016. La despedida de Ginóbili y Nocioni, el regreso de Delfino y más.

El adiós de Ginóbili y Nocioni de la selección, la huella más grande del 2016
Si el 2016 en la selección argentina tiene que ser marcado por un punto destacado, indudablemente todo apuntaría a Río, con los retiros de Manu Ginóbili junto a Andrés Nocioni. Son esos años imposibles de olvidarnos, porque se le ha dado el adiós a dos emblemas que dejaron un gigantesco legado. Una composición de valores, cultura, compromiso, dignidad y muchísimo corazón que se transmite a través del tiempo, en algo que se ha convertido en un sello para las generaciones entrantes.
 
Con íconos tan fantásticos como los que hablamos pasa eso, no hay otra alternativa ni camino. Cada uno con su estilo y sus características, pero lo que generan estos tipos de leyendas, lo que marcan y la huella que dejan, es un intangible que siempre perdurará, algo único. Dejan una enseñanza admirable, el espíritu el máximo ejemplo de ese amor incondicional a la selección, al trabajo constante, al respeto por el juego en sí más allá de la camiseta.
 
Difícilmente se pueda explicar bien con palabras, pero seguro que lo que relatamos se acerca muchísimo a la realidad. "Nos enseñaron a amar el juego en sí. El día de mañana la sola mención de ellos va a ser el ejemplo más grande que un entrenador va a tener de lo que pretende de una selección. Lo de ellos no está en los números. No dejan títulos, medallas o posiciones; dejan amor, compromiso, fidelidad, emociones, muchas cosas que son las que generaron el llanto de la gente", relató Sergio Hernández en su momento, haciendo referencia a esta huella.
 
Con Manu y Chapu en la selección se abrieron carreras de más de quince años defendiendo nuestros colores. La de Ginóbili arrancó en el Mundial de 1998, mientras que la de Chapu se dio un año después para el Sudamericano del 99. El bahiense completó 13 torneos oficiales con Argentina para contabilizar 104 juegos y 1588 puntos, mientras que el santafesino estuvo en 15 certámenes para despedirse este año con 120 encuentros y 1384 tantos anotados. Ambos derrochan historia pura.
 
Y la última función de Manu y Chapu en la selección se dio justamente en Río, poniéndole el broche final a una carrera de 18 y 17 años en los equipos argentinos. Se dio un torneo donde como equipo se cumplió ampliamente las expectativas generadas tiempo atrás, superándolas y fortaleciendo una llama de ilusión. No obstante un accidente del torneo hizo que el rival de cuartos de final fuese Estados Unidos, y los norteamericanos le pusieron fin al sueño.
 
Pero el 2016 también tiene otro pico altísimo, como es el regreso a las canchas de Carlos Delfino. Lo del santafesino ha sido y es una de las noticias más felices en el entorno de la selección, en lo que claramente es su resurrección basquetbolística. Se suma el hecho de que afortunadamente ha sido en un buen nivel.
 
Delfino volvió a pisar una cancha después de más de tres años inactivo, luego de atravesar ¡7 operaciones! y completamente recuperado. Su carrera revivió, y aunque todavía resta saber dónde jugará (está libre por estas horas), lo más importante es que el calvario ha quedado atrás y un futuro esperanzador lo espera. Las confirmaciones sobre su futuro todavía no están, pero que el santafesino esté de vuelta sin dudas que ha sido una de las noticias más felices en torno al seleccionado.
 
El escolta sorprendió cuando fue convocado a la preselección de Sergio Hernández, se sabía que estaba buscando su regreso pero de todas formas su citación sacudió. Las dudas llegaban por si realmente se había recuperado, pero disipó todas las incógnitas haciendo una descomunal preparación (para el recuerdo el emotivo partido que jugó ante Serbia en el Súper 4 de Córdoba). En Río no brilló, pero su cuota de calidad, experiencia y jerarquía se mantuvo intacta como siempre. Ahora que regresó y demostró estar sano seguramente lo espera un futuro alentador.
 
Con las salidas de Manu y Chapu más el regreso de Delfino, también hay que destacar la vigencia del gran capitán. Obviamente que hablamos de Luis Scola, siempre determinante y quedándose como el gran líder para varios de los jóvenes que fueron apareciendo en los últimos años. Siempre como guía, siempre diciendo presente a la hora de vestir nuestra camiseta. Esta vez, en Río, siendo el abanderado olímpico de toda la delegación argentina que fue a participar de unos Juegos inolvidable. Lo que ha generado, genera y seguirá haciéndolo Luifa es un valor inamovible en la selección, ese referente de todos que nunca ha faltado a una cita. Tenerlo claramente es un alivio.
 
En cuanto al análisis de Río, vale destacar que tiene varias partes para desmenuzar pero seremos puntuales. Por un lado la complejidad que planteaba el Grupo B, por rivales de jerarquía y siendo un torneo que no tenía prácticamente margen de error, lo que nos da como resultado un objetivo cumplido con creces y sabiendo que la selección dio el máximo de sus posibilidades.
 
No hay que olvidar nunca que en la previa, así como sucede en cada Juego Olímpico al que van los mejores del mundo (de solo mirar los equipos participantes uno se puede dar una idea de lo exigente era el torneo), la intención de Argentina siempre fue ser competitivo. Meterse en cuartos nomás ya significaba un logro enorme por todo lo mencionado anteriormente. Dentro de las limitaciones obvias y comunes, como las desventajas en los puestos, jugadores irremplazables por condiciones o exponentes en ascenso, también hay que decir que se superaron las expectativas iniciales.
 
Tener veteranos con mil batallas como Ginóbili, Nocioni y Scola daba su ventaja. No se podía abusar con el desgaste independientemente de que se los mantuvo el mayor tiempo posible, porque así las chances de cada partido aumentaban.
 
Dentro de eso también se dio el máximo, teniendo en cuenta que la selección también descansó en el juego de Campazzo-Laprovittola, el primero mucho más incisivo y el segundo sosteniendo esa constante curva evolutiva de los últimos años. Ese tándem se complementó bárbaro, con Campazzo se ganó velocidad y a ellos hay que sumarle la relevante labor de Garino. El marplatense fue un animal en el sector defensivo, asentándose más como una de esas cartas tan positivas con las que se contará a futuro (desde el Preolímpico lo venía demostrando). El resto, en mayor o menor medida y con minutos más restringidos que los mencionados previamente, acompañaron.
 
El camino hizo que Argentina se tope ante un gigante como Estados Unidos para finalizar su sueño olímpico. ¿Se podría haber llegado más lejos? Uno nunca tiene certezas porque cualquiera de los demás rivales no puede subestimarse y se podría haber ganado o perdido tranquilamente. Lo que sí es seguro que las chances de ganar en un cruce contra los norteamericanos siempre se ven algo más reducidas, sucede para cualquier seleccionado que deba enfrentarlos.
 
Antes de la caída ante Estados Unidos pasaron Nigeria en el debut (94-66), una victoria determinante ante Croacia en la segunda fecha (partidazo por 90-82), un gran juego defensivo pero sin premio ante Lituania sufriendo la primera derrota del torneo (81-73), el partido más emotivo y vibrante de los últimos tiempos como el triunfazo ante Brasil (111-107 tras dos suplementarios) y cierre en la fase de grupos con una clara caída ante España (92-73).
 
Párrafo aparte para un partido que seguramente quedará en el recuerdo de todos: el clásico contra Brasil en la cuarta jornada de la fase de grupos. Impactante, frenético, emotivo, con un cierre de película y un suplementario infernal. Se jugó con alma, con corazón, inteligencia, mucha garra y dos puntos sublimes como Nocioni y Campazzo. La historia ya es sabida: gigantesca victoria en doble prórroga para conseguir el boleto a cuartos de final y desatar un llanto felicidad. Heroica jornada para la selección aquel 13 de agosto.
 
El grupo fue impredecible, tanto que quedó eliminado un pesado como el anfitrión Brasil y que hasta España y Lituania quedaron complicados por momento. Esa primera ronda tan enigmática y con un camino tan difícil de trazar con antelación nos hizo quedar prácticamente condenados a un cruce ante Estados Unidos, que dio el mazazo y se impuso por 105-78. Ahí se cerró un torneo y un ciclo donde Estados Unidos terminó llevándose el oro.
 
El año de la selección argentina también tuvo una parte previa a Río, una fase preparativa y la búsqueda del desarrollo en varios jugadores que pueden servir para ampliar la base elegible a futuro. No solo estamos hablando de lo que fue la previa, con la gira por Las Vegas, el amistoso ante Estados Unidos y algunos interesantes proyectos que a pesar de no ir a los Juegos dejaron ricas sensaciones (ejemplo Juan Pablo Vaulet), sino que nos referimos a dos pequeños apartados: el Sudamericano y la Copa Stankovic.
 
Siempre teniendo en cuenta que se armaron equipos para seguir proyectando y fortaleciendo estos cimientos, el saldo dejó un cuarto puesto en el Sudamericano y un segundo lugar en la Stankovic. Ambos lugares, desde los resultados y muchas veces también desde el nivel, dejaron algunas deudas y una imagen un tanto irregular.
 
En el caso del Sudamericano (equipo con Romano, Luca Vildoza, De Los Santos, Balbi, Nico Brussino, Delía, Deck, Mainoldi, Schattman, Aguerre, Acuña y Saiz), la realidad es que a Argentina siempre le costó encontrar equilibrio. Baches defensivos pero también varias lagunas en ataque, en un combinado que quizá podía haber explotado más esa faceta.
 
Había arrancado bien en cuanto a resultados (3-0 contra Uruguay, Perú y Chile para llevarse su grupo), pero perdió en semifinales ante Brasil y al otro día se quedó sin podio en el mano a mano con Uruguay por el tercer escalón. La última vez que Argentina no había estado entre los mejores tres fue en 1968, y ese es un dato que muestra un poco el sabor a poco que dejó el desempeño del equipo en el certamen.
 
Por el lado de la Stankovic, el equipo dirigido por Silvio Santander (con José Vildoza, Juan Brussino, Redivo, Zanzottera, Fjellerup, Cosolito, Carvalho, Basualdo, Bortolín, Gallizzi, Hernández y Alessio) arribó con el objetivo casi único de adquirir roce internacional para muchos (10 de los 12 debutaban internacionalmente con la mayor, exceptuando los casos de Gallizzi y Bortolín) de los integrantes del equipo.
 
La premisa se logró, el equipo compitió y se llevó una experiencia positiva para un plantel joven. En los resultados quedará el saldo de 1-3 (perdió ante Francia en el debut, le ganó a Nigeria luego pero después perdió ante China en dos ocasiones, la última en la final), pero lo importante es el haber adquirido ese roce tan necesario para que muchos de los jóvenes (como Vildoza o Fjellerup) sigan en ascenso.
 
 

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