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Hay dolores que nadie le desea a otro ser humano. La pérdida de un ser querido, un accidente grave o el despido de un trabajo son algunas de las difíciles situaciones que distintas personas sufren a lo largo de sus vidas. Pero también esas desgracias ocurren en el deporte, y más precisamente en el básquet. Uno de esos eventos desafortunados le pasó a Manu Ginóbili cuando todavía defendía la camiseta de San Antonio Spurs. 

En la NBA y en todas partes del mundo Ginóbili se labró una reputación de jugador sacrificado y de alquimista al servicio de los otros. Recibía golpes duros, se tiraba al piso como si no hubiera mañana y se lastimaba en beneficio del resto. Pero ninguna de esas acciones lo curtieron para lo que sucedió en ese partido contra New Orleans Pelicans en 2016. Fue un dolor para el que ningún hombre está preparado. Es tan fuerte que lo transportó a otra dimensión, manteniéndolo en un sufrido limbo por vastos minutos. 

Ese dolor se produce en los testículos y allí fue donde recibió un golpe Ginóbili. Todo ocurrió cuando Ryan Anderson rompió la primera línea y se metió en la zona. Ante esta situación, el argentino le negó la línea y, al momento de la penetración, colisionó su testículo derecho con la rodilla del interno de Pelicans. Tras el choque Manu se sintió perdido, estaba desolado y no podía pararse de manera erguida. 

Por fortuna, Ginóbili debió perderse apenas 12 partidos, pero lo insólito del caso fue que, cuando se fue a atender al médico, éste nunca había visto una lesión de ese tipo. El proceso fue duro, pero sano rápidamente y luego de un mes de descanso ya estaba listo para jugar. Incluso, al ser entrevistado por un medio de San Antonio, el escolta bromeó diciendo: "Lo di todo. Di hasta mi testículo derecho por Spurs. Lo puedo decir verdaderamente. Es totalmente cierto". 

Esa herida terminó siendo un trágica comedia, pero también sirvió para contextualizar lo que fue Ginóbili, un soldado dispuesto a sacrificarse infinitamente por los suyos. Ya sea en San Antonio Spurs o en el seleccionado argentino, el zurdo no discriminaba a nadie y, más allá de los trofeos y condecoraciones, esta clase de acciones demuestran su verdadero ser, aquel que cautivó a miles de fanáticos, enamorándolos hasta causar adicción al balón.

Ignacio Miranda/ [email protected]
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