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A la hora de hablar de récords y de grandes actuaciones en el escenario más importante de todos, el nombre más recurrente en la NBA es el de Michael Jordan. Su impacto en las series definitorias ha sido total y nadie ha podido controlar mejor ese tipo de partidos. Hoy se cumplen 27 años de una de sus mejores noches: la del cuarto juego de las Finales de 1993, en el que anotó nada más y nada menos que 55 puntos.

Ocurrió en la famosa llave entre sus Chicago Bulls y los Phoenix Suns de Charles Barkley. Con la serie a favor de los de la Ciudad del Viento por 2-1, era necesario triunfar como local para despegarse y poner la serie en jaque. Jordan, que se encontraba en una de las rachas anotadoras más brutales de su carrera, desplegó todo su potencial para hacerlo posible: marcó esos 55 tantos con un porcentaje de acierto del 58,6% en tiros de campo y un 72% en libres. Fue la segunda cifra más alta en la historia de las Finales, sólo por detrás de los 61 puntos encestados por Elgin Baylor en 1962.

La victoria quedó en manos de los Bulls, que se impusieron por 111-105. Es decir, casi la mitad de las unidades de la franquicia fueron anotadas directamente por su principal estrella. En la eliminatoria, que significó el tercer campeonato en fila para Chicago, MJ promedió un récord histórico de 41 puntos por encuentro, a los que le agregó 8,5 rebotes y 6,3 asistencias de media.

Barkley, que había sido el MVP de la etapa regular y en ese cuarto partido sumó un triple-doble de 32 puntos, 12 rebotes y 10 asistencias, no hizo más que rendirse ante los pies de su rival: "En las Finales de 1993 fue cuando me di cuenta por primera vez que había alguien mejor que yo", dijo en The Last Dance. Poco más para agregar.