Deck, el pibe que se reinventó y quiere comerse el mundo
22:56 23/06/2018 | Gabriel Deck tuvo una explosión temprana y parecía que quedaría en el olvido. Se dio cuenta a tiempo y encontró el camino para sacar todo lo que tenía adentro.
Allá por el año 2009, un pibito en Quimsa llamaba la atención por su facilidad para hacer goles. Hablaba poco y nada, era alto pero no tanto (1.92), jugaba cerca del aro y no hacía muchas preguntas. El técnico le pedía algo y él lo hacía. Dando un año de ventaja, fue campeón Sudamericano U15 y, al año siguiente, algo raro en la categoría, repitió presencia y campeonato, pero ya con más protagonismo: 15 puntos y 5 rebotes de media.
Era tan decisivo ofensivamente que jugó todos los torneos menores posibles, hasta que se consagró en el Mundial U17 del 2012, terminando como goleador del torneo por encima de Mario Hezonja e integrando el quinteto ideal con el propio Hezonja, Dante Exum, Justise Winslow y Jahill Okafor. Salvo Deck, todos hoy en la NBA. Argentina jugó un muy buen torneo y terminó sexta.
Ahí se produjo el quiebre. Muchos pensaban que Deck sería una estrella en el corto plazo, pero el Mundial U19 del 2013 lo bajó de un porrazo. Es cierto que estaba lesionado, pero también la realidad le empezaba a mostrar que, si no se dedicaba y cambiaba, quedaría en la historia del básquet argentino como una promesa frustrada más.
En Quimsa no jugaba casi nunca (6 minutos en la 2012/13) y por momentos era el changuito santiagueño que todos querían, pero que a ese paso nunca iba a dejar de ser eso: el changuito santiagueño con talento y simpático.
Algo le hizo ver que tenía que cambiar y, para la 2013/14, con 18 años, modificó su físico de una manera asombrosa, para pasar a ser de un gordito retacón a un atleta que saltaba, corría y la volcaba como nadie en el país. Al año siguiente, Santander ya lo incluyó en la rotación del campeón que arrasó en la 2014/15 y, con 20 años, pasó a ser otra vez el gran proyecto de su generación junto con Luca Vildoza.
En los últimos 3 años siempre subió un escalón. Tomó en 2016 la dura decisión de dejar su Santiago natal y alejarse de Colonia Dora, su lugar en el mundo, para mudarse a la enorme Buenos Aires para jugar en el campeón San Lorenzo. ¿Jugaría de tres, de cuatro, era un retroceso para su carrera? Le tapó la boca a todos, jugó donde hizo falta y no dejó de conseguir títulos colectivos e individuales. Este último año le sobró en la Argentina, porque permanentemente se pegaba con el techo.
Cuando parecía que podía frustrarse una vez más su partida, los planetas se alinearon y apareció el Real Madrid para llevarse el diamante sudamericano. Si quedará en el plantel (hoy es una posibilidad no tan lejana), o será cedido vale mucho, pero más lo será su capacidad para adaptarse a otra realidad, en la que sus talentos se equipararán con los de otros tantos que van por el mismo objetivo que él: comerse el mundo.
Pero antes de irse, por si le quedaban dudas a alguien, Deck demostró algo más, que quizá nunca le hizo falta antes. Jugó la serie final completa con un gemelo inflamado, pero puso el físico más aun que cuando estaba sano. Ganó bancando el dolor, siendo el tipo que domina una competición cuando se lo propone.
Se va a ir a Europa habiendo ganado en los dos últimos años dos Ligas Nacionales, una Liga de las Américas, un Súper 4, y con todos los MVP posibles: de las dos finales de la Liga, de la F4 de la LDA, de la serie regular de la Liga 2017/18.
Tiene todo lo que se necesita para triunfar: talento, carácter, personalidad, físico, juego. Le va a costar de entrada. Seguro. Pero está claro que no lo bajonean esos problemas. "Esto es básquet", responde cuando le hablan de presión. Y no le quedó nada pendiente. Ahora el futuro depende de él, pero por lo visto, no hay obstáculo que pueda frenarlo.
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